Manuel López Sampalo
Madrid, capital de mi ansiedad
Veo en el calendario que el próximo partido de mi Granada es contra el Madrid en el Bernabéu
Dice el torero L.F. Esplá que el miedo más peligroso es «el miedo a tener miedo». Subraya Chapu Apaolaza que «ese es el miedo asesino de la víspera». Y remata el matador alicantino con que «el mayor peligro es que el miedo entre en ... la sacrosanta estancia de la autoestima porque la pone patas arriba y el desorden tiene difícil arreglo». Es la mejor definición que he leído de la ansiedad.
Veo en el calendario que el próximo partido de mi Granada es contra el Madrid en el Bernabéu. Contemplo la posibilidad de ir, pero de muy lejos. Como el mileurista que se ilusiona mirando precios y características en la web de BMW, yo entro en la página oficial del Real Madrid a bichear entradas. Qué caras, pienso; y ahí se queda la cosa. Pero vuelvo tras unos días de asueto en Sevilla por un duro desengaño editorial, y con el encuentro ya en el horizonte, me planteo asistir con intenciones más serias: pese a que no deje de ser una quimera. La web sigue ofreciendo entradas, algo rebajadas, pero aún a precio de reventa. Entonces, más que por el coste, buscando una motivación, publico un tuit en el que dejo caer que estoy abierto a una invitación: a ver si cuela. También me apunto al sorteo de dos entradas en palco de El Español: no en vano, la última vez que fui a la capital, en abril de 2017, fue porque me tocaron dos boletos para un partido de cuartos de Champions.
Recibo un par de amables invitaciones de acogida en Madrid, pero lógicamente nadie me convida a un palco, ni siquiera a la andanada. Tampoco, por lógica probabilística, soy agraciado con los dos tickets de El Español. Regreso a la página oficial y compruebo que las entradas han bajado bastante de precio. Miro horario de trenes para el domingo, incluso hoteles de gama media cercanos a Atocha. Fantaseo. No reservo nada, porque me conozco y no sería la primera vez que rehuso ir a la capital porque la ansiedad me ha comido. Dejó ahí la posibilidad abierta, como una ilusión flotante, y ya si eso a última hora… Sé que es un truco para engañar a mi mente: de hecho me montaría ahora mismo en el Alvia para no dejar que mi cabeza proyecte películas de terror –«que el miedo se acumule en las venas como un metal pesado y contamine el cerebro con imágenes horribles»–, pero el partido es el domingo y, siendo martes, la cosa se me puede hacer muy cuesta arriba: al miedo no hay que enfrentarlo, como dice Chapu, sino esperar a que pase.
Pese a mis intentos de distraer la atención, ya entonces no desaparecerá Madrid de mi cabeza: de hecho no me concentro en nada. La ansiedad y la ilusión se baten dentro de mí. Sólo me sale, no sé si buscando un efecto ansiolítico o para espantar definitivamente la posibilidad de viajar; decía que solo soy capaz de leer libros sobre Madrid. Veo ‘Pasapalabra’ y pienso que se graba en Madrid, miro Instagram y solo veo historias en Atocha, almuerzo cocido y… Marcos Ondarra me escribe para que vayamos juntos al Bernabéu. Se lo agradezco de corazón, pero no le digo que comprometerme con alguien duplicaría mi ansiedad. Por el mismo motivo ni he reservado hotel ni tren. La versión oficial que me cuento –pero no me creo– es que no voy, que me quedo en Cádiz: así que estate tranquilo, Manolo, picha.
Más o menos va funcionando el engaño y, aunque mentalmente estoy agotado porque ya he subido y bajado La Castellana 77 veces y he cogido el Alvia 41, he llegado al jueves sin descartar nada. Así que por si las moscas, no me cierro la puerta y saco una entrada a precio muy asequible en el palomar del Bernabéu. Del jueves al viernes, ya he decidido 65 veces que no voy, rotundamente, y otras 66 me he dicho que tengo que ir, que tengo que coger ese tren, que puede ser el último. Es sábado por la mañana y aún no sé qué voy a hacer. Tengo pesadillas en las siestas con el viaje, pero mi voluntad milagrosamente aún no se ha quebrado. Para usted, lector, puede que lo que le cuente sea una soberana gilipollez; pero sepa que hay personas que no son capaces ni de salir de casa. En fin, fíjense si tengo tal dilema, que hasta he pensado escribir una columna sobre el asunto. Lo mismo me ayuda.
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