Manuel López Sampalo

El juego del choco

Garabito organizó el pasado fin de semana, en su cortijo de La Mudarra, un acto homenaje --un ongi etorri pero de despedida, diría Raúl de Pozo-- al propio Raúl y a Butano

Manuel López Sampalo

Con tal título pareciera que fuese a hablar de la serie de moda o de las últimas actuaciones del Choco Lozano con el Cádiz; mas no se lleven a engaño: es purito clickbait. Pero quédense, que la historia lo merece:

Verán, esto empieza cuando el ... jueves por la tarde recibo un sms --debe pensar que Whatsapp aún sigue caído-- de Guille Garabito, columnista colega de ABC, en el que me pide por favor que le envíe dos ejemplares de LA VOZ de Cádiz por correo postal. ¿Por qué? Porque Chapu Apaolaza le había dedicado un artículo que por lo visto sólo salió impreso en estas páginas. ¿Y a qué se debe la columna de Chapu? Pues a que Garabito organizó el pasado fin de semana, en su cortijo de La Mudarra (Valladolid), un acto homenaje --un ongi etorri pero de despedida, diría Raúl de Pozo-- al propio Raúl y a Butano. Allí se juntó la crema de la columnidad patria, de Karina al propio Chapu, para ver plantar sendos cipreses a los dos maestros: gesto que a cierta edad rebosa de humor negro.

Garabito, que como el menda es de la quinta de Curro pero por su poso parece más bien hijo de la Expo del 29; Garabito, decía, me invitó al evento, mas yo decliné amablemente por el mismo motivo que no voy a la Feria de Abril ni trabajo en una consultora ni voy a misa: o sea, por no tener traje de chaqueta. ¿Y es que aquí en Cádiz quién va en traje? ¡Ni el alcalde! Si acaso Manolo Estrella y Vizcaíno. Total, que no era cuestión de plantarse allí en bermudas, cangrejeras y un polo de Eutimio. Es que yo voy allí, y con el vinillo ese de Rueda, que entra tan fácil, acabo cantando por Los Yesterday con Pérez-Reverte y Nieto Jurado. O componiendo a cuatro manos con Pelaéz las Habaneras de La Mudarra: «Mudarra es Cádiz con Garabito / Cádiz, Mudarra con Nazareno».

Pero el caso es que mi colega me hace la petición el jueves tras la siesta. El hombre no sabría que aquí era festivo --procesionaba la Virgen del Rosa…il GP-- ni que en Cádiz es más difícil encontrar un quiosco que dar con las siete diferencias entre los concejales Paco Cano y Domingo Villero. Se me ocurre a la mañana siguiente, viernes, preguntar en el bar de abajo: «¿La Vó de ayé?», me replica afónico el camarero: «Ajolá, si estaba yo ayé con un vozarrón que ni er Cahloherrera». Cruzo a la cafetería de enfrente y otro guindilla me sale con la guasa gaditana: «La Voz no, pero nos quedó de anoshe un guiso de papa con shoco, ¡oh! (gesto de gloria bendita)». Por si acaso se lo comento a la quiosquera: salgo de la papelería con El Hola --qué guapo estaba mi tito Bertín en la boda de la niña--, la revista Mongolia y el Alfa&Omega --siempre juego al despiste con mi quiosquera para que no sepa de qué pie cojeo--; pero de LA VOZ del jueves, nanai.

Y entonces, oh, se ilumina mi prodigiosa mente. «¿Y si voy a la redacción de LA VOZ?», me digo orgulloso de mi genial recurso. Pongo rumbo a la casa de este periódico, por primera vez después de llevar un año escribiendo en él; mas no me acordaba yo que si a Mágico le perdía la noche de Cádiz, a mí me pierde la Zona Franca… Tras veinte vueltas al callejero de los pueblos de la provincia entre edificios horteras de nombres fenicios, termino por fin ante las puertas del Melkart, chez LA VOZ, de donde sale Luisa Cassano --graciosa italiana de la parte del tacón-- de pincharse contra la cosa-19 como una Astarté aguijoneada.

Le pido aunque sea un ejemplar a la amable encargada de recibir en LA VOZ, ¡y me regala ocho! De vuelta, camino a Correos, me vuelvo a perder en la ZF y por un momento creo encontrarme ante el almacén soñado por aquél majareta del Pleno del Ayuntamiento: «¡una fábrica de tortillita de camarones de gran categoría superiore en donde trabajan gaditanis y algún kazajistaní de 90 años!» Sacudo la cabeza y salgo de allí planteándome que debería dejar el Machaco de Rute.

Al encontrarme con 8 Voces, hago cuatro lotes de dos y decido embocar todos los periódicos por los leones de Correos --no sin aprensión, no me fuera a pasar como al Beni--. Lógicamente un par van para La Mudarra, otros dos para la Calle Pemán, 39, en Madrid; un par más para la Avenida González-Kichen en Rotterdam y los dos últimos para el número 7 de la Calle Melancolía. Remato la jornada matutina en la cafetería de enfrente de casa tomándome una cerveza que acompaño con el guiso de papas (zapateras) con chocos de ayer. Posdata: Espero que el cabrón de Garabito no se le ocurra pedirme que le envié un ejemplar con este artículo…

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate

Ver comentarios