Manuel López Sampalo

Importar no importa

Aquí, según las apocalípticas noticias, también parece que vamos a tener que seguir forzosamente la recomendación de los galenos reales

Manuel López Sampalo

Nieto Jurado sale del cine tuiteando que James Bond la espicha. Y digo yo que podría haber muerto otro día, por ejemplo en aquella escena con Halle Berry en el Balneario de La Palma. Quizás cantando por Martínez Ares, para solaz de los gaditas, aquello ... de «Me quedo pa’ los restos / de aquí me sacan muerto / pa’ morirme en tu Caleta» Fallezca o no el agente de su graciosa majestad, la que no tiene previsto aún irse para el otro barrio es precisamente la Reina Isabel, a la que recién le prohibieron el alcohol y no por escasez sino por prescripción médica. The Queen compartía con el agente 007 el gusto por los Dry Martini, «un cuchillo disuelto» en palabras de Manolo Alcántara.

Aquí, según las apocalípticas noticias, también parece que vamos a tener que seguir forzosamente la recomendación de los galenos reales: sin Beefeater, sin Tanqueray, sin Seagram’s y sin Bombay (¡y arsa y ole, viva Cai!). Vuelta a las marcas nacionales y en vaso de tubo, sin cardamomo ni enebro. No se va acabar el mundo porque bebamos la malagueña Larios o la portuense Rives. De hecho, los rancios lo celebramos. Mi tío José, a colación de esto, recuerda la anécdota de cuando fue a radiar un partido a Bilbao -un Athletic-Betis- a mediados de los 90: «Y la noche antes del fútbol, -cuenta- me pedí en un pub un Larios-Cola y el camarero me dijo ‘Ten cuidado, chaval, te estás equivocando’. Luego, me explicó amablemente que sólo los guardias civiles bebían allí marcas nacionales, que por mi bien, para no levantar sospecha, me pidiera un Befeeater o algo por el estilo».

Con razón decía el rockero Silvio que la cultura bilbaína era una copia de la inglesa. Otro personaje castizo, Paco Pérez -aquel internista que afirmaba, en contra de la segunda mano, que jamás se compraría un coche en el que el primer cuesco no se lo tirase él. O quien a modo del maestro Juan Martínez era capaz de encontrar un casinillo/putiferio regentado por un paisano de Jaén en la Budapest poscominista-; bueno, pues decía que este Paco Pérez llevó el ‘bauti’ a Londres. Un ‘bauti’, para quien no lo sepa, es un café bautizado con un chorreón de ginebra. Le costó al bueno de Paco hacerse entender allí, hasta que dio con un camarero paquistaní que al cuarto día de congreso, al fin del almuerzo, tal y como él quería, le preguntó: «Don Fransiscou, one bauti?»

Dejamos la ginebra para pasar de puntillas por el güisqui, otro destilado que, por culpa del Brexit y para desgracia de Ábalos, escasea por estos lares. De esta bebida poco tengo que contar más allá de cuando, tras leerme ‘Los tipos duros no bailan’, me creí Normal Mailer y me pedía un bourbon -whisky americano- y allí me quedaba horas apoyado en la barra del pub. También me he creído Gistau en varias ocasiones y he ido por Cádiz de local en local, como un negroninómano, preguntando por el cóctel del conde de Negroni. La conclusión es que sólo te lo ponen en condiciones en la Osteria Milano de la Piazza de la Candelaria.

Mas no sólo el Brexit causa estragos en el stock etílico; el Covid ha agravado la crisis de transporte marítimo, con lo que para más inri tampoco nos llega suficiente ron de El Caribe. No se preocupen, porque aparte del Arehucas canario, aquí en España se produce el único ron continental: el ron pálido Montero, de Motril. Puedo dar fe de ello porque el pasado agosto estuve veraneando por la zona con un par de amigos y fuimos a visitar la fábrica del señor Montero. Nos hicieron una generosa cata a las 11 de la mañana, y como a continuación teníamos reservada una excursión en kayak por La Herradura, se puede explicar porque dos terminamos volcados en el agua y rodeados de medusas y otro se despistó y acabó remando hasta Nerja con un grupo de australianos.

En fin, no desesperen, que no todo está perdido. Comienza la temporada de mantecados y, con ella, la de anisados. Good sabe the Queen!

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