Manuel López Sampalo

Columna cuatro estaciones

Tenemos que dejar atrás unos hábitos adquiridos (supersticiosos) que amenazan con perpetuarse sin sentido

Manuel López Sampalo

PRIMAVERA. No se dejen engañar por el clima y pasen la hoja del calendario, que ya estamos en abril. Oh, abril, ese mes tan cantado por los poetas; así a bote pronto me viene a la mente la ‘Luna de abril’ de Carlos Cano y ... el ‘Aire cálido de abril’ de Alameda. Un mes, desde luego, sobrevalorado como los caracoles y las ortiguillas: productos típicos de esta época. Yo prefiero septiembre-octubre con esa decadencia becqueriana de las hojas cayendo, la uva moscatel y el queso con membrillo. ¡Cómo me va a gustar esta primavera temprana si solo hay lluvia y penitencia! Al menos en mayo tenemos rebujito y fiestas típicas.

Y hablando de fiestas típicas, vaya perra se han pillado los de Vox con que la Junta se haya referido a las Fiestas de la Primavera. No, si les parece hablamos de Semana Santa, Feria de Abril, Patios de Córdoba, Feria del Caballo, Carnaval quichito, El Rocío, El Corpus, la feria del pueblo de tu prima, etcétera. Que así acabamos antes, vaya. Esta carcundia recalcitrante es la cruz de la moneda en cuya cara encontramos a esos progres fanáticos de «niñas, niños y niñes, cerrad el libro de filosofía que vamos a estudiar la perspectiva de género en el apareamiento del lince ibérico».

MANUEL ALEJANDRO. Pero si esto es Cádiz y hoy es dos de abril, aparte de mamar, cabe flagelarnos con que ni tú ni yo estaremos esta noche en el exclusivo concierto que ofrece Manuel Alejandro en el Teatro Real de Madrid ‒desde mi ventana el Real no se ve‒. Al escribidor de las Españas, paisano y coetáneo de mi abuela Tere (Jerez, 1931), le he seguido en las cien entrevistas que ha dado en las últimas semanas, pero me quedo con estas tatuables palabras con las que, preguntado por su filiación política, toreó al natural en el ‘A vivir que son dos días’ de la SER:

«Yo precisamente vengo de una familia en la que había desamortizadores como Mendizábal, anarquistas como Salvochea Álvarez, el gaditano, […] y tenía un tío por parte de padre que era el general Beigbeder. Ha habido de todo y no me he inclinado prácticamente por nada. Estoy en el auténtico centro absoluto. Pero además por lógica, no por comodidad. Lo mismo recibo El País que el ABC. Veo a la política muy metida, más comercial, menos sentida», ea.

CUERNOS. Otras declaraciones que me han agradado sorpresivamente son los de la egabrense Carmen Calvo. La exvicepresidenta pronunció el martes que «no hay nada más moderno que una tarde de toros» y el miércoles que «no me gustaría que el Rey Emérito muriera fuera de España. Ha cubierto una etapa histórica y política muy grande en este país». Le faltó defender la religión el jueves y el viernes al Real Madrid.

Quien no tuvo compasión con el Rey Juan Carlos fue la roteña Teresa Rodríguez que, tras despotricar durante media hora larga de la monarquía, tuvo la oportunidad, a pregunta de Jesús Vigorra, de decir algo bueno del Emérito. Pero ni por esas, sino que hizo más leña del árbol caído: «Bueno, fue un buen mentiroso; eso se lo reconozco». Desde luego de Rota me quedo antes con su pizza italo-americana que estos días se promociona en III Festival de la misma. Y aunque aquí seamos más de ‘pishas’ --los roteños son ‘porritas’--, no tenemos que acomplejarnos de nuestra historia pizzera: de El Caruso, fundado en 1971 por el abuelo de mi amigo Evaristo, Enzo Rivieccio, hasta el Confussione, pasando por las míticas abizcochadas de La Bella Italia.

CODA-19. Cierro esta columna popurrí con unas palabras de Rafa Latorre, la mañana del viernes, en lo de Alsina: «Estoy radicalmente a favor de eliminar ya la obligatoriedad de las mascarillas en interiores. […] Tenemos que dejar atrás unos hábitos adquiridos (supersticiosos) que amenazan con perpetuarse sin sentido. Los expertos son el gran trampantojo en la gestión de esta crisis».

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