Manuel López Sampalo
El Carnaval en Carnaval
Lo que no pueden es llamar Carnaval a esa aberración que están organizando a solaz de su despotismo ilustrado
Partimos de que es un disparate y un sinsentido celebrar el Carnaval fuera de su fecha, como lo sería trasladar la Semana Santa a enero, la Navidad a mayo o, por alejarnos de lo religioso, la Feria del Caballo a noviembre. Máxime cuando ningún criterio ... sanitario justifica el cambio. Ancestralmente, cada festejo tiene su periodo, sus días marcados en el calendario, y no por ningún capricho; sino por motivos culturales, rituales, históricos, sociales y hasta prácticos. Digamos que cumplen su función. Las carnestolendas en concreto, ¡la despedida de la carne!, tienen lógica en febrero; del jueves lardero al miércoles de ceniza, día en que da comienzo la cuaresma: periodo de abstinencia carnal, como bien saben.
El Carnaval tiene sus ritos. Incluso en Cádiz, que nos pasamos por el forro –y con buen criterio– la contricción religiosa prorrogando la fiesta hasta el domingo de piñata y más allá; decía que incluso en Cádiz se respeta el argumento original de la fiesta: el jueves se marca el inicio con el alumbrado y el martes noche se quema al Dios Momo a modo de conclusión ‘oficial’. El nudo de esta historia es la carne, y en torno a ella la mascarada, la inversión de roles, la algarabía, los excesos.
El de nuestra ciudad, claro, tiene su marcada idiosincrasia y pone en el centro de la fiesta a la expresión oral cantada y la sátira sin cortapisas. Con ello quiero decir que mudar esta festividad a junio supone despojarla de su relato y de sus rituales: desvirtuarla. Claro que el Ayuntamiento puede montarse su impopular y particular fiesta cuando le dé la gana y acondicionarse la ciudad a su gusto para celebrarla con todas las garantías que da el sello de oficialidad: para algo el pueblo les ha entregado, temporalmente, las llaves del cortijo. Allá ellos. Y que inviten a esos pelotas y mediocres en busca de mamandurrias municipales, y también a esos otros hemipléjicos zurdos que como bien dijo Martínez Ares, con dos cojones, si lo hace Teófila arman un cirio pascual.
Lo que no pueden es llamar Carnaval a esa aberración que están organizando a solaz de su despotismo ilustrado. Es una falta de respeto al Carnaval y a los gaditanos, y una oda a su estupidez. No es casual que se retomen las fechas de las Fiestas Típicas: les invito a cambiar el nombre de las coplas por el de canción gaditana.
Mas me topo –rescatado por García Argüez– con un jugoso párrafo del antropólogo Julio Caro Baroja, y al leerlo y reflexionar casi que tiene uno ganas de dar las gracias al ‘Koeman de Los Callejones’ y a ‘Lolita Cazallita’ por irse con su música a otra parte y dejar la semana de febrero/marzo para el carnaval genuino: bien alejado de las autodenominadas «comparsas del alcalde» ¿Y es que acaso esto no va, en su esencia, de cantar contra el poder, de clandestinidad, de saltarse las reglas?... Ah sí, lo de Caro Baroja; aquí lo tienen:
«Desde el momento en que todo se reglamenta, hasta la diversión, siguiendo criterios políticos y concejiles, atendiendo a ideas de orden social, buen gusto, etc., el Carnaval no puede ser más que una mezquina diversión de casino pretencioso. Todos sus encantos y turbulencias se acabaron».
Visto el percal es muy tentador eso de sacar una chirigota ilegal –pero ilegal de verdad– para finales del mes más corto. Y reírse de la feria consistorial con nombres como ‘Los que salimos en junio con tal de pillar pecunio’, ‘3x4/2=seises’, ‘La bruja Piti con su escoba y gorrillo quemada con los juanillos’, ‘Sin erizos ni ostionada, cabrillas y caracolada’ o ‘Del Falla pa El Rocío y haciendo tipo cruzamo el río’. Y no duden en que este que escribe les va a votar en las próximas elecciones municipales, programadas para el 28 de mayo de 2023, pero lo haré el 28 de diciembre de dicho año, porque me da la gana.