Manuel López Sampalo
Brummel y puro
«No seré yo quien insinúe, jugando con sus mismos prejuicios y estereotipos, que su despacho hiede a mandanga y a sobaquina»
Kichi dice que la dirección de este periódico «apesta a Brummel y puro», como si esta aséptica casa fuese la mítica redacción del diario Pueblo donde Emilio Romero alineaba a Reverte, Butano y del Pozo con asesinos y putas. No seré yo quien insinúe, jugando ... con sus mismos prejuicios y estereotipos, que su despacho hiede a mandanga y a sobaquina, o, siendo más agudo, a pachulí y a trocoló.
De su nueva invectiva contra LA VOZ de Cádiz desde ese Boletín Oficioso Municipal que es su muro de Facebook, sólo me siento concernido por la malintencionada relación que hace el Alcalde entre la peste y el olor de la colonia Brummel y de los puros. «¿Qué culpa tendrá la Brummel?», se cuestionaba un paisano. ¿Y los puros?, añado yo. Viniendo de alguien como José María González, que suelta tan ricamente que en España hay presos políticos, y que ha sexado la ciudad de Cádiz y le ha salido macho –y eso que ya Teófila la castró al derribar la Torre de Preferencia–, decía que de alguien como Kichi me espero cualquier estrambote: pero que ataque al costumbrismo patrio, por ahí no paso. Ni mihita, Osemari.
¿Quién no ha tenido un padre, un abuelo o un tío que se haya perfumado con Brummel?; y cuando digo Brummel hablo también de Varon Dandy, Agua Brava, Álvarez Gómez y del resto de fragancias de-toda-la-vida-de-dios. Olores míticos que nos devuelven a nuestra infancia y forman parte del sacro patrimonio nacional. No creo que los vecinos del Alcalde, los currelas de La Viña, para quitarse de encima el tufo a caballa y a burgaíllo se empapen en Channel o en Loewe. Pretende el regidor de la fina pituitaria asociar lo popular y lo rancio –bendito orgullo rancio– a lo apestoso.
Y no voy a montarle un puro por su pestosa concepción del puro, del purazo hispano. Nuestra sociedad puritana, de la que Kichi es representante genuino, ha encontrado en el puro un elemento a vincular con todo lo que desprecia y criminaliza: de la tauromaquia al estereotipado banquero de Ford –orondo con chistera y encendiéndoselo con billetes de dólar– pasando por la masculinidad.
Quizás no se acuerde el Alcalde de la Revolución Cubana, de Fidel Castro y de Camilo Cienfuegos cascándose unos tremendos habanos tras bajar de Sierra Maestra. O del propio Che Guevara –de quien seguro colgó posters en su habitación de Scout– echándose un purazo a pecho en la plaza de toros de Las Ventas. De Maradona, de Hemingway y de Compay Segundo devotos de la cofradía del cigarro puro. Traten de quitarle esa vitola al puro, ese elemento tan castizo, que ha quedado relegado a los banquetes de bodas y a una barrera en la Real Maestranza.
El puro es la libertad de Churchill y de Morante de la Puebla. El arrojo de Bea Fanjul y de Carlos Herrera, que se los enciende con la mecha de las bombas etarras. El puro es popular como el Dandy de Barcelona o el Carrusel de Pepe Domingo anunciando que lo bueno no tiene precio o a un tal Señor Farias.
Kichi pretende un Cádiz castrati y sumiso que huela a Nenuco.