Manuel López Sampalo
Bestiario de la playa gaditana
«La tarde es para la juventud, y en la playa de las Mujeres, en torno a la conocida como piedra-barco, abundan los cuerpos esculturales carne de reality»
Como está mandado, empezamos este prontuario sociológico por el rey de la playa: ‘er Polla’, que es el superlativo de ‘er Pisha’; o sea, el gadita de toda la vida, pero con un matiz: ‘er Pisha’ es ‘güenagente’ y ‘er Polla’ es un ‘malage’ ... . A simple vista es imposible distinguirlos: ambos van equipados con su gorra oficial ‘der Cadi güeno ahí’, su moreno aborigen, su Diario y su latita de Cruzcampo. Además, si van sin parienta, puede uno hallarlos con puntualidad oxoniense pegados a uno de los espigones de Santa María como si este fuese la barra de una peña de carnaval.
Para diferenciarlos basta con preguntarles la hora: el primero te responderá retóricamente, con modales de taxista granaíno: «Hoooe, qué paza, poya, que en tu caza hay bulla pa comé, caraho». Mientras que el segundo: «¡Aro, pisha!, las dose yyy… perate que ze ma quedao parao el reló, he ido ante a bañarme y… ¡Pepe!, ¿qué hora é?, tasquí preguntando er shiquillo… Po ezo, menos dié, pisha, la hora la servesita, que le via pedí otra ar de blanco que las tiene más fría que (chiste comparativo), pisha».
El par femenino del gadita es ‘la Shari’, esa maría de Cádiz que tan bien retrató el Selu en ‘Ahora es cuando se está bien aquí’. A esta, como el cangrejo moro, la encuentra uno en cualquiera de las cuatro playas capitalinas, pero por tipismo y concentración ubiquémosla en La Caleta. La Shari, como saben, se baja la casa a la arena. Siempre está rodeada de niños (su Kevin, su Iván, su Mariadermá) con los que se comunica a chillidos, y acompañada de otras ‘Sharis’ en sus variantes de Pepis, Manolis y Juanis a las que ella indiferentemente apellida ‘shosho’: «¡Paqui, shoshete!». Da muy bien en cámara para documentales tipo ‘Comando al sol’ y, aviso para navegantes, te puede arruinar jugando al bingo.
La tarde es para la juventud, y en la playa de las Mujeres, en torno a la conocida como piedra-barco, abundan los cuerpos esculturales carne de reality, también visibles en La Victoria por la otrora Ballena Azul. Ellos, más inflados que una factura del fontanero, y ellas, enseñando hasta la letra del DNI. Yo les llamo ‘los de la cartelera’ porque siempre estrenan algo: ya sea un nuevo tatuaje, un par de tetas o pelaíto a la moda. Cuanta más tinta en el cuerpo, menos en la cabeza .
Si quiere uno ver forasteros, en La Caleta, en torno a las patas del balneario, siempre hay gachís ‘guachisnais’ cociéndose en sus toallas (no confundir con salmonetes boqueantes). En las hamacas, da igual la playa, está el turismo nacional: ¿uno de Cádi en una tumbona? ¡Ome, por favó! Y, ojo, que si va por La Victoria a la altura de los Delfines no se asuste si se cruza algunas camisetas y toallas del Sevilla o del Betis: sí, son ‘miarmas’ que llevan toda la vida de Dios veraneando pegaditos a la muralla de Cortadura . Más allá, pasada la hora de la merienda, entre las dunas que rodean El Ventorrillo, están los satirones priápicos tocando la zambomba cual si estuvieran en los WC de la estación de Atocha.
No faltan, por su parte, los estiraos, incluidos exministros, que se pasean Victoria arriba, Cortadura abajo indiferentes al chusmerío (sic) (vulgo el vulgo), con menos gracia que un burgalés pidiendo tortitas de camarones (sic). Y siempre, siempre que uno va a darse un voltio por la orilla hay un cojo (diferentes cojos) que te adelanta y tú aceleras y que no hay manera de coger al cojo de los cojones y tú te acuerdas de la coja que parió al cojo, pobrecito mío…
Y los surferos de Cádiz , que son los mismos desde hace 40 años, y que como aquí siempre está el agua orillera como en el chiste de Reguera, se pasan el día, con sus largas melenas rubias oxigenadas, vaciando butanos y liándose trocolós en la plazuela de los restos romanos, junto a la cuesta corta de Santa María, y en la última escalera de La Victoria, pegados al cuartel de Cortadura.
Ah, y luego está mi abuela Tere, que se baja con su silla eléctrica (sic) a lo de los lisiaos (sic), allí enfrente del Drago.
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