Manuel López Sampalo
EL 28F del 90-60-90
El equipo por el que pierdo el sentido, el Granada Club de Fútbol, el próximo 6 de abril se hace nonagenario
Aunque haya indicios de la resurrección del Renacimiento debido a la vigencia otra vez de lo curvy, las medidas noventa-sesenta-noventa siguen marcando el canon físico de la mujer perfecta, pese al feminismo más contumaz. Pero yo tengo un trinomio alternativo al de pecho, ... cintura y cadera, y es el de abuela, madre y hermana. Mi abuela Tere, nacida en los albores de la Segunda República, hará este junio los noventa veranos; mi madre, Almudena, mañana y a su pesar sopla las sesenta velas (una efeméride que lleva cuarenta años compartiendo con Andalucía) , y mi hermana, Almu, es hija de 1990: concretamente del 20 de julio, nacida a los 21 años clavados del alunizaje de Amstrong y compañía, ahora que andamos a vueltas con el amartizaje del Perseverance. Por tanto, ahí tienen a mi mujer diez: Abuela (90 años), madre (60) y hermana (del año 90). 2021, un año que para la familia debe ser redondo, ya que el menda alcanza los 30 tacos el 25 de septiembre, justo 9 meses y 1991 años después de la venida al mundo de Jesucristo, según cuenta la Biblia.
La fecha, además de para felicitar a la que me parió, me brinda una ocasión dorada (concretamente una medalla de oro de Andalucía, que será entregada mañana por la Junta) para escribir en esta casa del equipo por el que pierdo el sentido, el Granada Club de Fútbol: que el próximo 6 de abril se hace nonagenario. El Granada, que es legado de mi padre y, a su vez, de mi abuelo: tres generaciones de Manolos. Mi padre que el día de la Virgen de la Asunción alcanzará los 59; dos dígitos que coinciden con la terminación de 1959, el año en que mi abuelo asistió a la única final de Copa jugada por el Granada, en el Bernabéu ante el FC Barcelona. Una finalísima copera que pudo haberse repetido, pero un gol postrero del Athletic nos dejó sin ella a mi progenitor, a mí y al resto del granadinismo, hace un año (5 de marzo) en el último partido que pudimos asistir al estadio Nuevo Los Cármenes. Anteayer nos desquitamos del disgusto progresando hasta los octavos de final de la UEFA Europa League tras superar al Nápoles en el Diego Armando Maradona.
El equipo rojiblanco horizontal, un humilde como el Cádiz, que ha sido reconocido por la Junta de Andalucía, no sólo porque cumpla 90 años, uno por cada minuto de partido, sino porque ha alcanzado cotas inimaginables de 2019 hasta hoy. Imagínese, sufrido aficionado cadista, que su equipo recién ascendido a Primera división, con un presupuesto bajísimo, disputa las semifinales de la Copa del Rey y queda el séptimo en Liga, clasificándose para competiciones europeas. Y en Europa, tras superar una fase previa eliminando a tres conjuntos, se estrena en la liguilla de grupos ganándole al PSV Eindhoven a domicilio. Y pasa la fase grupal, y elimina a doble partido y contra todo pronóstico a un transatlántico mediterráneo, el Napoli.
No es el Granada un equipo con una afición expansiva y proselitista como el Cádiz y el Betis, porque como ya cantó Carlos Cano la ciudad nazarí “vive en sí misma / tan prisionera / que sólo tiene salida / por las estrellas”. Añadió el coplero de El Realejo en su Habanera Imposible, que Granada es la ciudad “que parece de nieve / y por dentro es fuego”. Pues eso, una afición introvertida y pasional, que a fuerza de ver fracasar a su equipo, comprendió que sólo tenía una escapatoria y era hacia el estrellato.