La mano en el fuego
Una red de compra de favores y vendedores de silencios, bajo cuyo auspicio ha progresado toda una pléyade de feriantes sin oficio
De Manuel Chaves González existe mucha información a partir del año en que se estrena como diputado socialista por Cádiz (1977), pero escasísima si pretende conocer su trayectoria universitaria o profesional. Así, se conoce que nació el 7 de julio de 1945 y que se ... licenció en Derecho por la Universidad de Sevilla, pero no cuándo. Sí se sabe que se afilió al PSOE en 1968, con 23 años. Y que, tras licenciarse, trabajó como profesor no numerario hasta que aprobó su tesis doctoral y conseguir su plaza de profesor titular. Pero no es fácil indagar el periodo de tiempo que mediara entre su licenciatura y su primer sueldo a cargo del erario público. En ese difuso periodo -del que resulta ignoto cuánto tiempo cotizó- solo se le conocen dos méritos: estar en la pandilla de González y Guerra y salir en la famosa foto de la tortilla.
A partir de ahí, toda una carrera de éxitos personales. El más sonado, su Plan de Empleo Juvenil cuando portaba la cartera del ministerio de Trabajo en 1988. La fiesta que le hicieron el 14 de diciembre de aquel año debió henchir de orgullo a los suyos.
Casi sin solución de continuidad, pensaron en él para encabezar la Junta de Andalucía. Alguien dice que su elección devino como consecuencia de su docilidad (Antonio Checa Godoy: “Andalucía después del 92”. Editorial Librería Ágora), pero no deja de ser una maledicencia, pues Manuel brillaba méritos de manera indiscutible para tan alto designio. Lo demostró durante sus seis mandatos consecutivos como Presidente, colocando a Andalucía en ejemplo de empleo, educación, desarrollo... Y moralidad.
Llegado a este punto debo confesarles que me resulta complicado continuar con el tono inicial, pues el acatamiento de la Sentencia de la Audiencia Provincial de Sevilla me obliga a advertir que estoy glosando a un prevaricador. Una sentencia que ha provocado estertores entre los seguidores de la honradez centenaria, pues viene a decir que Manuel conoció y consintió que millones de euros -destinados a mejorar las condiciones de vida de tanto andaluz necesitado de ayuda- fueran a parar a manos de una red de desalmados, tejida meticulosamente para procurar que el Régimen no cayera por ninguna fisura democrática.
Una red de compra de favores y vendedores de silencios, bajo cuyo auspicio ha progresado toda una pléyade de feriantes sin oficio, incapaces o imposibilitados para contribuir socialmente con su esfuerzo o su talento; gente gris, carente de habilidades intelectuales en muchos casos y en cuyo curriculum solo se amontonan fracasos indecorosos, que en otras latitudes señalan el camino de la vergüenza, virtud ésta de gran carestía por estos fondos…
Diecinueve años de vacaciones en chalets de lujo. De viajes en coche oficial, hoteles palaciegos y clase business. De colegios privados para tus hijos donde los Obreros de España no podrían llevar a los suyos ni de visita. De cobro de sueldo que resultaría obsceno al Pablo Iglesias del siglo diecinueve. De tratamiento de excelencia sin haber hecho en la vida nada que reportara beneficio a nadie más allá de los círculos concéntricos de deudos.
Pero no, no se ha llevado un euro.
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