Fernando Sicre Gilabert
Manipuladores
Ausentarse no puede ser una táctica a corto plazo. No aparecer tampoco es deseable. Quitarse de en medio puede ser prudente, pero termina vendiéndose como acción cobarde
Ausentarse no puede ser una táctica a corto plazo. No aparecer tampoco es deseable. Quitarse de en medio puede ser prudente, pero termina vendiéndose como acción cobarde. Ser resolutivo dando una colleja…bien dada está. Es preferible morir matando que escondido. Transmitir incertidumbre no es bueno. En economía sería catastrófico. Por eso el Plan de Reformas ha estado lleno de certidumbres y ha funcionado. En política debiera valorarse como un don la claridad, la transparencia, la anticipación y la defensa sin remilgos de los valores que conforman la ideología de las ideas de cada proyecto político. Cuando este está asociado a posiciones liberales, en su doble contexto económico y democrático, busca potenciar valores y derechos individuales, ese proyecto es de derechas. Tan buena o tan mala como la izquierda. Si es moderado mucho mejor. Los extremos son malos por naturaleza. Pero esconderse, porque la izquierda siempre ganó la semántica de las ideas, es lo peor. Lo que denota que nuestra democracia no ha llegado ni mucho menos a su madurez. Que el corazón se sitúa en la izquierda del tórax, no quiere decir, que solo la izquierda tiene corazón. Es más, por encima de los órganos corporales, está la razón. Al presidente del Gobierno le asiste la razón, pero adolece de arrojo y en ocasiones hasta de sentido común. La razón, la mía, me lleva a pensar que la incomparecencia de Mariano es incomprensible con el pueblo español, del que tiene un mandato apabullante. Sabemos que España, a través de su Gobierno está al lado de Francia, entre otras cosas porque así lo exige el Tratado de Lisboa. Las encuestas dicen que el 46% está a favor de participar activamente en la coalición internacional. No hacerlo pues, es no actuar con la razón. Ahora toca posicionarse y nuestro Gobierno debiera ser el primero, entre otras cosas porque estamos a 14 km de un país musulmán. Tampoco es explicable que el presidente, a la vez que candidato, rehúse discutir y así defender los principios ideológicos de un proyecto, que además se asemeja al compendio de valores de una civilización milenaria, la que hunde sus raíces en el cristianismo, puesta ahora en entredicho por los terroristas, cuyo objetivo es arrasarla.
El PP aún padece el síndrome 11M. Con ese temor no se puede vivir. Máxime, cuando en aquel entonces las meteduras de pata fueron cuestiones de forma. Éstas admiten interpretaciones desde la óptica del Derecho internacional entonces vigente, amén de las situaciones de facto esgrimidas en otros conflictos. Además, fue el único momento de nuestra Historia, donde España se posicionaba fuera de toda duda, con sus aliados naturales. Pero, la izquierda y PRISA, no perdonaron nunca la emancipación de España por la derecha. Grupo mediático apodado ‘el último baluarte del felipismo’. Prefería que ese honor lo tuviera cuando ellos decidiesen, la izquierda que lo catapultó, ayudó y que junto con la UGT, conformaron el misterio trinitario, cambiando la paloma por el capullo. La beligerancia entre el imperio del camaleónico Cebrián y el gobierno del PP de entonces, era más que una evidencia. A lo mejor, el jefe de los servicios informativos de TVE desde 1974, redactor jefe con 19 años (1963) en el diario ‘Pueblo’, a la sazón prensa del Movimiento Nacional, donde supongo exaltaría los parabienes de un régimen, con el que a buen seguro quedaría mimetizado. Y aunque apoyó de manera irracional e irreflexiva en ocasiones el proyecto socialista, tampoco admitía que por la derecha le hicieran sombra. A buen seguro que su razón estaba en la derecha en sus comienzos, ya que en caso contrario deberá ser recordado con el apodo de el gran impostor. España tierra de camaleones Mientras tanto resuenan los ecos del ‘Callejón de los Negros’. Mariano, una mano, Baquedano, la otra mano, Mariano Baquedano, con las dos manos. A nuestro actual Mariano, le bastó una para zurrar al niño. Por algo se empieza.