OPINIÓN
Los males del Concurso (IV): El público
Da igual lo que salga al escenario, que se venda una freidora, que se canten solo los temas que no les va a dar problemas al autor o que se sabe que son de aplauso fácil
Tras los males del dinero, la autocensura y la falta de ingenio, llega el momento del último gran mal que a mi entender sufre el Concurso. Este, que para mi es el peor de todos, es el público . Ya no existen aficionados como ... antiguamente, y no hay que remontarse a los años de Paco Alba, el Chimenea o el Tío de la Tiza, basta con echar la vista atrás diez o quince años. Hoy en día, lo que puebla en mayor medida los asientos del Gran Teatro Falla son auténticos hooligans.
Actualmente, la mayoría de los que se sientan en el teatro no van a escuchar a las agrupaciones de la sesión sino que van a ver con fanatismo la única que les gusta, tras lo cual en un gran número de ocasiones se abandona el Falla o se van a la barra, dando una imagen del patio de butacas y de los palcos de autentica vergüenza. Sé que le echarán la culpa de esto a la gente que viene de fuera , dirán que la venta por internet de las entradas es la que tiene la culpa, pero es que esto lo hacen los foráneos porque ven que los gaditanos lo hacen también.
Creo recordar que ha sido en cuartos de final cuando tras la actuación de la comparsa de Martínez Ares, que iba de las primeras, el patio de butacas se quedó casi vacío , quedándose muy pocas personas a ver la siguiente agrupación. Esto, que me parece una falta de respeto a los que continúan cantando en la sesión, demuestra el nivel carnavalesco de los que dicen llamarse aficionados al carnaval. Sumándosele a esto el hecho que me parece una tontería gastarse un dineral en una entrada del Concurso, que no son baratas, para ver una o dos agrupaciones, pero cada uno decide lo que hace con su dinero.
Además, el público ha perdido totalmente la compostura, piensan que como es carnaval todo vale. No sé quien fue el primero que gritó al finalizar una actuaciones aquello de «campeones, campeones…» o el que vociferó ese grito infame de ‘Cai’ a mitad de repertorio por primera vez, pero no saben el daño que le hicieron al concurso. En nada comparable lo que hoy gritan esos poetas de medio pelo, de rima chabacana, ávidos de su momento de gloria, a lo que, por ejemplo, gritaba María ‘la Hierbabuena’, ese mítico «ole, ole mi Cadi…», que siempre entonaba con educación, esperando el momento oportuno, sin molestar la actuación de las agrupaciones que estaban en el escenario.
Y es que teniendo este público, en su inmensa mayoría con tan escaso nivel carnavalesco, es normal que luego se den los males descritos en las columnas anteriores. Da igual lo que salga al escenario, que se venda una freidora, que se canten solo los temas que no les va a dar problemas al autor o que se sabe que son de aplauso fácil o que el ingenio de las agrupaciones este en franco retroceso, la mayoría del público aplaudirá porque en definitiva se han convertido en ultras de sus agrupaciones, en fanáticos de un autor o de un componente y les dará igual el nivel tan paupérrimo, salvado por contadas excepciones, que año tras año está desfilando por las tablas del Falla o que míticas agrupaciones dejen de salir por haber perdido las ganas, las fuerzas y la ilusión de continuar en un concurso invadido por los hooligans del tres por cuatro.