Julio Malo de Molina - OPINIÓN
Luna llena
La jugada parece tan burda que de perpetrase, Estepónia o España se integraría en un mundo semejante al de las repúblicas bananeras
El pasado jueves 18 de agosto la luna se nos ofreció llena, reflejando toda ella la luz del sol en la grandeza de la noche terrestre. Posición astral que produce fenómenos varios, como las molestias que nos aquejan a quienes padecemos principios de licantropía; muy desagradable el vello ocasional para un tipo como yo tan lampiño como los japoneses, además de las explicaciones debidas al vecindario por los aullidos nocturnos. Y eso no es lo peor, pues se produce un desdoblamiento esquizoide tipo doctor Jekyll y Mr. Hyde. Como sabéis yo soy un progre contumaz, producto de la generación del 68 y las algaradas de Berkeley, Praga y París que algo sonaron en Madrid y otras universidades españolas, con los escritores de la generación beat como Jack Keruac, y los filósofos de la Escuela de Frankfurt como Herbert Marcuse y Walter Benjamin, de referentes teóricos, después que los Hermanos Marianistas en el Colegio del Pilar nos hubieran aleccionado sobre los valores de la solidaridad un día que José Mari Aznar no vino a clase. Así las cosas puedo mutar en algo parecido a Rita Barberá de quien lo peor no son esas declaraciones para justificar la presunta pringue de la Administración Valenciana durante su época, sino la costurera y el peluquero que elige.
La luna es un pedrusco inerte que gravita en torno a esa otra roca informe donde se ha producido un fenómeno prodigioso que llamamos vida, la cual hace posible la existencia de seres tales como: las mariposas, las cebras, los bonobobos, y sus parientes más próximos como la citada doña Rita con su caloret y yo mismo que quisiera ser Corto Maltés y me quedo en Perito en Lunas. A principios de siglo las casas de acogida para dementes se llamaban Asilos de Lunáticos, y desde ese toro enamorado de la luna hasta los bellos versos de Yupanki (“yo no le canto a la luna porque alumbra y nada más”) a mucha gente ha fascinado el espejo de la luz del sol que ilumina nuestras noches. La ciencia ficción del pasado siglo especuló sobre la posibilidad de otros lugares del Universo que pudieran albergar formas de vida; los soviéticos derrocharon esfuerzos para conquistar el espacio y ese fracaso fue causa de la ruina del sistema según algunos especialistas. La ciencia de hoy es más realista y descarta los seres verdosos que animaron las excelentes fantasías de Bradbury, Wells o Asimov. No es probable que en ningún otro lugar se reproduzcan las especiales circunstancias del planeta Tierra, que por otro lado tiene fecha de caducidad. El sol como toda estrella acabará por estallar y al convertirse en supernova devolverá la Tierra al fuego del cual precede acabando así con las cebras y con los bolsos de Louis Vuitton de doña Rita.
Entre tanto, en un lugar de la roca que aún protege el sol, que el Cinton-Gila de los Muñecos del Guiñol llamaban Estepónia, el partido que aún controla el poder de forma precaria para gran cabreo de sus mentores del llamado IBEX 35, se propone acudir a una nueva consulta electoral que se celebraría el día de Navidad. La jugada parece tan burda que de perpetrase, Estepónia o España se integraría en un mundo semejante al de las repúblicas bananeras. No creo que la cosa llegue a tanto, de momento esperamos una investidura tal vez fallida el próximo día 30 de este mes y a partir de ahí todo es posible.