Felicidad Rodríguez

Libertad de expresión

La libertad de expresión es condición 'sine qua non' para hacer efectiva la dignidad del ser humano

FELICIDAD RODRÍGUEZ

«Todo hombre es libre para pensar y exponer sus ideas» escribía Florez Estrada allá por 1809. Poco después, en la Isla de León, Argüelles exponía el Decreto del 10 de noviembre por el que se declaraba la libertad de escribir, imprimir y publicar las ideas políticas sin necesidad de licencia o censura previa, principio refrendado por el artículo 371 de la Constitución de 1812. De esta manera, San Fernando y Cádiz fueron los escenarios que vieron nacer, en nuestro país, la libertad de imprenta y, por ende, la libertad de expresión. Un derecho, sin embargo, que ha sido difícil de conquistar. Con excepción hecha del Trienio Liberal, esa libertad se tuvo que enfrentar a la Ley de Policía e Imprenta, de 1833, a la Ley de la Defensa de la República, de 1931, a la censura previa de la Ley de Orden Público del año 33, a la de los dos bandos de la guerra civil y a las del período franquista. De manera que tuvimos que esperar a la democracia para que, por fin, se reconociese la libertad de expresión como un derecho fundamental, y ello gracias a nuestra Constitución de 1978.

Curiosamente, también es gaditano uno de los padres de esa Constitución que, salvando las distancias del tiempo, y tras un camino arduo y difícil, reconocía el derecho que subyacía en el texto constitucional gaditano, el de expresar y difundir libremente nuestros pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio. Porque la libertad de expresión es condición sine qua non para hacer efectiva la dignidad del ser humano y para nuestro desarrollo en sociedad.

Una libertad que, por cierto, no tiene nada que ver con el insulto y la mala educación, ya sea en un campo de futbol o en las puertas de un ayuntamiento cuando se cambia de regidor, confusión que, desgraciadamente, ya vimos en Cádiz el año pasado. Y, de nuevo, pasados dos siglos, Cádiz vuelve a acaparar la atención nacional por el derecho a la libertad de expresión; aunque, esta vez ha sido por intentar camuflar el reconocimiento a los que sufren cárcel por defenderla. Que conste que la crítica a la toma de esa decisión no es una crítica a los gaditanos que, poco o nada, han tenido que ver con ella. Es curioso que el nombre de la cuna de la libertad salga a la palestra por un intento de escamotear, de hacer desaparecer de la vista con astucia, la entrega de los Premios Cortes de Cádiz a la Libertad, un premio creado para reconocer los méritos en personas o instituciones que se hayan señalado en la profundización, difusión y extensión de aquella y que, en la edición de este año, el tribunal, compuesto por personalidades, prestigiosas e independientes, decidió otorgarlo a Leopoldo López, Antonio Ledezma y Corina Machado por la defensa de la libertad en su comunidad, lo que les ha llevado a la privación de la libertad o al recorte de sus derechos civiles. No deja de ser curiosa la obsesión por todo lo que tiene que ver con la Constitución gaditana, ya sea el pebetero o, ahora, la entrega de los Premios a la Libertad, como curiosa es la defensa, por parte de algunos, del régimen del sr. Maduro.

Igual solo se trata, por mucha formación de la que se presuma, de simple desconocimiento. Ya lo dijo Unamuno, lo que natura non da, Salamanca non presta.

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