Julio Malo de Molina

Un largo invierno

Una conversación recurrente suena entre los gaditanos que viven en Madrid cuando las faldas del Guadarrama se estremecen en una velada del mas crudo invierno

Una conversación recurrente suena entre los gaditanos que viven en Madrid cuando las faldas del Guadarrama se estremecen en una velada del mas crudo invierno: «¿Frío? Frío el que pasábamos en Cádiz». Cuando el escritor inglés Richard Ford (1796-1858) visitó Cádiz debió percibir algo parecido ya que en su ‘Manual para viajeros por España y lectores en casa’ de 1844, al describir la ciudad manifiesta su sorpresa por el precario acondicionamiento de las casas frente al frío húmedo del invierno: los patios abiertos y la ausencia de chimeneas u otro tipo de fuente de calor para el hogar.

Cuando yo vine a Cádiz a comienzos de los años ochenta, coincidí con otro amigo que también llegaba desde Madrid, ambos muy aficionados al cine cuando aun podíamos asistir a salas amplias como el Andalucía o el Municipal. Él siempre me acompañaba con una manta, en la que se envolvía para aguantar los rigores de la temperatura del espacio mientras disfrutábamos de la película. Recuerdo también el frío que se padecía en bares y cafeterías, y si solicitábamos del patrón que cerrara las puertas del local éste alegaba que de hacerlo no entrarían los clientes al suponer que el establecimiento estaba cerrado.

Toda una cultura adaptada a soportar el frío quizás porque el periodo invernal suele ser corto. La gente aun comenta: «En Cádiz no hace frío, lo que hace es humedad» . Un elevado porcentaje de humedad, sobre todo cuando sopla el poniente tendido, que hace muy incómoda la sensación térmica.

Una población marinera que habita en un barco de piedra varado entre el dilatado océano de los vendavales y las aguas mansas de la bahía siempre otea la voluntad de los dioses del viento. Manuel Vicent sostiene que los marineros, a quienes la vida solo les separa de la muerte los escasos centímetros de espesor del casco de su nave, no conocen a los vientos mediante nombres literarios como: siroco, terral o tramontana. Así en Cádiz a los vientos se les llama por su dirección precisa , y si bien se teme al levante por su intensidad, los vientos dominantes suelen ser de poniente, húmedos y frescos. La ola de frío que azota a Europa se agrava en Cádiz mediante el rigor del poniente tendido o viento oeste de componente norte al que tanto temen los pescadores cuando salen a faenar las madrugadas de invierno.

Durante un verano gaditano de mi adolescencia conocí a una muchacha francesa que había pasado ese invierno trabajando en Cádiz. Me describió la ingrata sorpresa de sus primeros días en la ciudad; ella soñaba con un lugar luminoso del sur bien diferente a los brumosos parajes de su Normandía natal.

La casa oscura y fría que le tocó habitar nada tenía que ver con la salada claridad soñada que por fin descubrió al llegar la primavera. Se llamaba como la protagonista de ‘La Genou de Claire’, película rodada en 1970 por Eric Rohmer que tuvo mucho éxito en los cines de arte y ensayo de aquella época, y yo bromeaba con su nombre.

La recuerdo paseando feliz por la larga barra arenosa desde el Fuerte de la Cortadura y hasta la luminosa Caleta disfrutando ya sí ese sur que soñó. Le hablé de Telethusa, la bailarina gaditana a quien cantó el poeta romano Marcial y en cuya lápida esculpieron: ‘Sea para ti la tierra tan leve como tú le fuiste a ella’. Aún sueño su mirada coqueta: «Ahora, yo soy Telethusa».

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