Kichi y las flores del bastón

El alcalde pareció por momentos un personaje bíblico para el pueblo de Cádiz; también él ha roto sus tablas de la Ley

En aquellos días, el pueblo de Cádiz estaba subyugado por el Teofilato. Dios se había encargado de endurecer el corazón de Teófila y el pueblo pasaba hambre, frío, sed y el Cádiz seguía en el pozo de la Segunda B. Fue una época de llorar ... y crujir de dientes, donde hasta Onda Cádiz se veía con agüilla y el 1 hacía mucho ruido cuando pasaba por Zamacola. Pero hete que el Señor del pueblo gaditano, entre sus hijos, escogió a uno nacido en lejanos países para que guiara a los suyos a la tierra prometida que, en este caso, era el propio Cádiz. «José María, tú guiarás a mi pueblo, que cruzará a pie enjuto por la Bahía y luego volverá antes de la una de la tarde para sellar el paro ». «Pero Señor, soy un humilde profesor, ¿cómo podré yo vencer esa Teocracia? Además, el puente lleva en obras desde que Keops era chico». «Yo te daré un ejército con el que Sí se puede. Ten fe. También te daré un puente». «¿Y tendrá carril bici y plataforma tranviaria?» «Tampoco te pases», protestó el Señor. Llegó la hora de la renuncia . José María se ponía al frente de Cádiz. De su pueblo. El elegido.

El relato, a partir de aquí, es bien conocido por todos. José María, Kichi llamado por su pueblo , pidió la liberación a los amos de Cádiz aupado por su partido de moradas estelas. La corte del faraón se mofó de los que no sabían hacer el jeroglífico con un canuto. Tras las plagas del levante (que es perpetua) y la de la crisis económica, el corazón de la faraona seguía endurecido. Pero tras pintar con carteles morados las casas de su pueblo, en una noche de dolor (a ver, tú sabes) el Dios hizo que cayeran los hijos primogénitos de los colegios privados y que Kichi tocara los cielos con su bastón de mando, del que brotaron flores, aunque sin los macetones de antaño . «No estaré más de ocho años, cuando me vaya ésta será la tierra donde brotará cazón y moscatel y la derecha no osará tocar al pueblo de Cádiz».

Quiso Kichi, para mejor guiar a su pueblo, dejar en piedra ostionera sus tablas de la ley, lo que se conoció en Cádiz como el Código Ético. Inició su ascensión por la Cuesta de las Calesas para que la voluntad de la grey, por él acaudillada, quedara grabada.

Pero algo se torció. No importó que se fuera adorando a becerros de oro ya que, si van de amarillo, los becerros siempre son bienvenidos. Una inesperada plaga, que se sumó a que aún no se habían marchado la del paro y la del levante, lo cambió todo . Y Kichi, volvió a la renuncia. A la renuncia al principio de que no estaría más de ocho años . A la renuncia al partido que le dio al poder. A lo único que no renunció fue a conservar el bastón . Y, sobre todo, a las flores que da.

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