Ignacio M. Bustamante

Kichi y la caverna opresora

José Mújica es un traidor. A su patria y a sus principios

Ignacio M. Bustamante

José Mújica es un traidor. A su patria y a sus principios. Después de tanto tiempo como guerrillero, de sus años en la cárcel, de su brillante etapa como presidente de Uruguay, a última hora resultó que todo era mentira. Era casta. No era gente. Un hombre de su perfil político de izquierdas nunca debió aceptar el Premio Libertad Cortes de Cádiz, esa pequeña ciudad del sur de Europa entonces gobernada –hablamos del año 2013– por la totalitaria Teófila Martínez. Una política del PP heredera del más rancio franquismo que cada mañana, antes de subir a su despacho presidido por un cuadro del Borbón, obligaba a los trabajadores del Ayuntamiento a entonar el ‘cara al sol’. El ‘Teofilato’, le dijeron que se llamaba. Hasta le advirtieron de que en Carnaval aún se utilizaba a la mujer como mero elemento decorativo, vistiéndola con un traje claramente heredado de la época más retrógada que cualquier persona humana pudiese recordar: el traje de piconera. Muy indigno todo. Las señales eran evidentes. Y las advertencias que recibió de sus más estrechos colaboradores, múltiples. Pero pese a todo, aceptó. La tentación era demasiado grande. Fin de semana completo, para él y su señora, en un hotel del Novo Sancti Petri. Con todo pagado, hasta el AVE, que esta gente era así de despilfarradora. Imposible negarse. Cierto es que no le cuadraba cómo semejante gobierno local, tan totalitario, tan opresor y fascista le daba un premio a él, que estaba en las antípodas políticamente hablando. Pero optó por no preguntar. No fueran a arrepentirse y le dieran el premio en el Círculo de Bellas Artes de Madrid o cualquier sitio similar y se fastidiara la cena en Sanlúcar, que por lo visto sus langostinos tienen fama internacional.

Aquel premio a Mújica fue un claro ejemplo de incongruencia política. Como el de Lula da Silva dos años antes. Dónde se ha visto a gobiernos de derechas otorgando reconocimientos a políticos de izquierdas. Qué cortedad de miras. Afortunadamente, el actual alcalde, mucho más perspicaz y avezado, está poniendo las cosas en su sitio. Si el premio se le ha dado este año a los opositores a Nicolás Maduro, no queda otra que boicotearlo como es debido. Y ya el año que viene se lo damos a alguien de nuestra cuerda, a alguien digno de recibirlo. La independencia y libertad del jurado en las seis ediciones anteriores no es más que un error. Donde se pueda hacer un buen ejercicio de sectarismo, quién quiere pluralidad.

Y si alguien osa criticarnos, acusaremos a la «caverna mediática de la derecha» de acosarnos, de urdir una campaña para hundirnos. Porque ya no tienen el poder y no lo asumen. Porque nuestra superioridad moral nos lo permite. Porque somos la gente. Ellos la casta. El ministerio de Defensa para mí. Y la vicepresidencia. Soy gente. Yo no reparto sillones. Yo lucho por el pueblo. Y hago poesía. Ellos oprimen. Yo libero. Son la caverna. La caverna...

A las cavernas es a donde vamos a volver a este paso.

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