Ignacio Moreno Bustamante - OPINIÓN
Kichi, alcalde y activista
La última. Por ahora. Vendrán más, seguro. Pero la última es de aupa.
La última. Por ahora. Vendrán más, seguro. Pero la última es de aupa. Para reirse, si viviésemos otra coyuntura más favorable. Para tirarse por los bloques del Campo del Sur, dadas las circunstancias. La última imagen pública que ‘rula’ por ahí, por el ciberespacio de Youtube , de nuestro excelentísimo alcalde de la Muy Ilustre Ciudad de Cádiz se remonta a hace poco más de un año. Cuando se publicaron una sarta de medias verdades sobre el uso de las tarjetas bancarias por parte del personal docente de la UCA. A raíz de aquello se produjo una abrupta interrupción de alumnos de la Universidad de Cádiz en un claustro de sus profesores. Entraron al grito de «¡Queremos saber!», «¡La UCA somos nosotros, sin nosotros no sois nadie!» y proclamas similares. Todo medianamente normal. Incluso entrañable. Jóvenes en edad de ser rebeldes, de exigir a sus mayores. Sin tener mucha idea de la vida aún, pero jugando su papel. En el vídeo de marras se ve, en el nutrido grupo de imberbes, a la ‘podemita’ María Romay, que ahora es concejala, pero hace un año simplemente estudiaba. Y, ¡oh sorpresa!, aparecen también el parlamentario andaluz Jesús Rodríguez y el alcalde de Cádiz, José María González. En ese momento simplemente ‘El Kichi’. Ninguno de ellos es precisamente veinteañero. Ni estudiante de la UCA. Con lo cual, la ternura que pudieran despertar los jóvenes justicieros se diluye lastimosamente. Porque estaban dirigidos, orientados, maleados, manipulados... llámele usted como quiera. Por unos señores que en ese momento eran activistas profesionales. Reventadores de actos. El alcalde, en concreto, con una bandera de Andalucía en una mano y un teléfono móvil con el que grababa en la otra. Y qué quieren que les diga. José María González cuenta con todos mis respetos como sindicalista. Como activista. Como revienta actos. Siempre que no emplee la violencia, ni siquiera verbal ( la próxima visita será con dinamita, ¿recuerdan? ). Pero desde luego no lo tiene como alcalde de mi ciudad. Lo es de forma legítima. Por supuesto. Gracias a la cobardía del PSOE. Evidente. Pero el respeto hay que ganárselo. Y como decía su propio jefe Pablo Iglesias el miércoles tras su reunión con Pedro Sánchez, en política las formas son importantes. No es compatible colarte a gritos en un acto presidido por el rector –cuyo rictus en las imágenes lo dice todo– con recibir a ese mismo rector poco después como representante de los gaditanos.
La política vive momentos críticos. Por la sinvergonzonería con la que la han ejercido tantos y tantos. De tantos partidos. Precisamente por eso había que cambiarla. Para dignificarla. Pero estamos errando el tiro. Ese cambio tan necesario no pasa porque nuestros destinos los dirija el primero que pasaba por allí. El que más grite. Sino los más preparados. Los que sean dignos de ella. Y estos señores no lo son. Ni muchos de los de antes ni la mayoría de los de ahora.