Kichi, el alcalde del cambio

José María González venía a cambiar la política, pero al final, como a todos, la política le ha cambiado a él

El alcalde de Cádiz, junto a su jefe de Gabinete, José Vicente Barcia
Ignacio Moreno

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Señor alcalde, mójese». Le espetó alguien desde la bancada de la oposición en el Pleno del pasado viernes. Lleva usted ya muchos días callado, sin pronunciarse sobre la polémica suscitada con la venta de las corbetas a Arabia Saudí tras el asesinato del periodista Jamal ... Khashoggi. Se esconde de la prensa, pero al menos en el Pleno tendrá que pronunciarse. El alcalde habló. «Ahora, hoy en Cádiz, lo queremos todo. Queremos trabajo. Queremos empleo. Queremos dignidad. Queremos rejuvenecimiento de las plantillas. Queremos que no exploten a nuestros ‘shavale’ en las contratas. Queremos defensa del medio ambiente. Queremos defensa de los derechos humanos. No queremos tener que elegir entre empleo y salud. Entre empleo y medio ambiente. Entre empleo y dignidad. Entre empleo y derechos humanos». Fin de la cita. O sea. Nada. Farfolla. Paja. ‘Hojana’, dicho en gaditano. Por cierto, se le olvidó mencionar a las ‘shavala’, que alguna hay también en la industria auxiliar. La política, entre otras muchas cosas, implica definirse. Tomar decisiones. Ser valiente. Y el alcalde de Cádiz no lo está siendo. Está escondido, convencido de que simplemente si no mete la pata, tiene muchas posibilidades de renovar mandato. Dijo que venía a la política para cambiarla. Pero es la política la que le ha cambiado a él. Ojo, no hablo como persona, que ni sé ni me interesa. Hablo como político. Como estratega. La primera imagen que vimos de él nada más tomar posesión de su cargo en el verano de 2015 fue cuando se presentó, mochila a la espalda, a las puertas de una vivienda que estaba siendo desahuciada. Nunca más volvimos a verle en tal tesitura. En sus primeros plenos trataba de ser dialogante. En los momentos de tensión con el público asistente –al candidato del PSOE llegaron a amenazarle con agredirle físicamente– jamás dio una orden a la Policía Local de desalojar el Salón Isabelino. Ahora no duda en hacerlo. El viernes lo hizo, tajante, con varias vecinas que confundieron el Pleno con un ring de pelea.

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