Una justicia tan lenta que se desactiva
La sentencia al exalcalde portuense Hernán Díaz ejemplifica una situación demasiado extendida desde hace demasiado tiempo
La provincia de Cádiz, por desgracia, está más que acostumbrada a que nunca se cumplan los plazos que los políticos van dando en todas y cada una de las obras de infraestructuras en marcha. A tal punto que prácticamente ningún dirigente -de ningún signo- se ... aventura a dar fechas para no comprometerse y ser esclavo de sus palabras. Los proyectos, ya sean esenciales o menos necesarios, se prolongan durante más de 20 años sin que nadie se llame a escándalo. Bien al contrario, hemos interiorizado que estos vergonzantes retrasos son inevitables, normales. Ya sea reubanizar una avenida, un proyecto de tranvía, un gran edificio institucional, un recinto cultural... Da igual, el proceso se mide por décadas. Por lustros en el más afortunado de los casos. Pero con ser triste y dañino, en términos colectivos y sociales, mucho más llamativo es que esa exasperante lentitud se haya contagiado sin la menor alarma a la administración de justicia. Si los proyectos urbanísticos, de infraestructuras o transportes son necesarios cuánto más lo será que las instancias que arbitran en nuestros conflictos resuelvan en un periodo razonable, sin que un juicio se demore más de una década, dejando sin sentido muchas de sus resoluciones.
Es el caso de la condena al exalcalde portuense Hernán Díaz Cortés. Ha tardado 15 años en llegar para establecer una inhabilitación que al afectado le ha provocado un ataque de sarcasmo: «Que lo pongan en mi epitafio: inhabilitado». Para poco más sirve una decisión tan tardía que llega cuando el condenado tiene una edad avanzada, lleva tiempo fuera de la política y no tiene la menor intención de regresar a ella. Cada año, en cada memoria, en cada informe, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía destapa los graves problemas a los que se enfrenta la judicatura a la hora de hacer su trabajo, es decir, de impartir justicia. Esos obstáculos se han multiplicado con la pandemia, que aún ha frenado más miles de procesos que se eternizarán hasta la próxima década. La alarmante falta de medios con la que cuentan los jueces en su trabajo cotidiano dejó de ser noticia hace ya demasiado tiempo. Una falta de medios que se traduce, en lo que afecta a la ciudadanía, en un paso de tortuga que a su vez implica un creciente descreimiento de esos ciudadanos hacia la justicia.