Zavalita

Todo devoto de la literatura en lengua castellana reconoce la pregunta ¿En qué momentos se había jodido el Perú?

Todo devoto de la literatura en lengua castellana reconoce la pregunta ¿En qué momentos se había jodido el Perú? Así como recuerda con ternura al personaje que la murmura, Santiago Zavala. “Él era como el Perú, Zavalita, se había jodido en algún momento”. Para muchos, “ ... Conversación en la Catedral” es como un Quijote del siglo XX. En un reciente cuestionario periodístico, varias personas contestan que, si solo pudieran llevarse un libro a una isla desierta, éste sería precisamente la conocida novela de Mario Vargas Llosa. Su primera edición se imprime en dos volúmenes, Lima 1969; poco después Seix Barral la incluye en su colección Nueva Narrativa Hispánica, en esos tiempos a los jóvenes lectores españoles nos seducían aquellos magníficos autores latinoamericanos recién descubiertos. La novela de Vargas Llosa enganchaba de forma especial, por semejanzas de la realidad que vivíamos, bajo la dictadura del general Franco, con el mundo que envuelve a Zavalita, represión política y corrupción en el Perú del general Odría, quien en los años cincuenta promulga la Ley de seguridad interior, pensada para liquidar con dureza toda oposición democrática. Zavalita fue un estudiante de familia pudiente que se afilia al partido comunista para combatir la dictadura; sus peripecias en la clandestinidad le alejan de su mundo y de sus padres. Pasado el tiempo, ya periodista de La Crónica, encuentra casualmente al zambo Ambrosio que había sido chófer de su padre, la conversación entre ambos en el bar La Catedral, articula un relato en el cual se desenvuelve un repertorio de personajes cuyas vidas discurren durante los oscuros tiempos de Odría

Esta novela parece revelar un Vargas Llosa diferente al que ahora conocemos a través de sus artículos de opinión, con ideas claramente neoliberales, más aún su Crónica de Cuba, incluida en un grueso volumen, mediante el cual Ediciones Ruedo Ibérico celebra en 1967 el desarrollo de la revolución cubana, también con textos de Jorge Semprún, Fernando Claudín y Julio Cortázar. Pablo Neruda dijo una vez a Vargas Llosa: “Por cada elogio recibirás dos insultos”, y en efecto hemos escuchado del autor que es un autoritario, un conservador y un militarista. Sin embargo, creo que Vargas Llosa siempre ha reclamado las ideas que la izquierda ha propuesto tradicionalmente. Juan Gabriel Vasquez y Javier Cercas nos recuerdan que, en sus columnas, ensayos y discursos defendiende el derecho de las mujeres a abortar, la igualdad para los homosexuales, la legalización de las drogas y la discriminación positiva de las minorías, atacando los recortes a las libertades y a los derechos humanos cualquiera que sea su justificación.

Por supuesto que no todas las ideas de Vargas Llosa resultan aceptables para la izquierda, en particular su liberalismo económico. Si se debe coincidir con el autor en que no hay justicia sin libertad, como bien sostenía Isaiah Berlin. Sobre todo, yo quiero pensar que aún vive en el corazón de su autor Zavalita, aquel joven comunista torturado por la policía política, que se enfrenta a sus traumas infantiles mediante las revelaciones del chófer negro. La intensidad de la novela gira en torno a la homosexualidad de don Fermín Zavala, conocido como Bola de Oro, corrupto empresario favorecido por el régimen de Odría. El relato deja sin aclarar las circunstancias de la muerte de una mujer que le chantajeó, turbio secreto cuya ambigüedad permite a Zavalita liberarse de la imagen de su padre como la de un asesino. De últimas, el encanto de la seductora novela desborda contingencias ideológicas.

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate

Ver comentarios