Julio Malo

Vampiros

Se trata de criaturas terroríficas, pero también seductoras pues encarnan el espíritu de la rebeldía y el anhelo de la inmortalidad

Realmente vivimos momentos difíciles, las pandemias son acontecimientos puntuales imposibles de prevenir, porque el detonante depende de casualidades, aunque existen circunstancias que incrementan los riesgos, como la superpoblación del planeta y la globalización. Un mundo en el cual la ropa recorre muchos lugares ... hasta vestir a quien la usa, y los alimentos llegan a despensas y neveras desde lejanos países, ofrece demasiadas oportunidades a la difusión de infecciones. La anterior gran pandemia de origen vírico, conocida como “gripe española”, provocó hace un siglo más muertes que las dos guerras mundiales juntas, por eso pensamos con horror en lo que impropiamente llamamos “bichos invisibles”, sin embargo, los virus solo son fragmentos dispersos de material genético; podríamos pensar que están vivos por tratarse de agentes infecciosos muy dinámicos olvidando que la definición de vida no incluye el dinamismo, si fuera así el viento estaría vivo. El virus no es un enemigo con planes y estrategias para destruirnos, no es más que un estúpido mecanismo que se autorreplica, lo cual nos induce a meditar con humildad en la fragilidad de la condición humana.

Esa fragilidad del género humano, en medio de un universo demasiado complejo, ha conducido a ficciones en forma de dioses, héroes, demonios y monstruos; como los vampiros que nunca mueren y desde antiguo han inspirado a escritores, poetas y artistas plásticos. Se trata de criaturas terroríficas, pero también seductoras pues encarnan el espíritu de la rebeldía y el anhelo de la inmortalidad. El mito está hoy muy presente en la cultura más contemporánea, a través de series populares, y de producciones cinematográficas de directores actuales como Francis Ford Coppola, Jim Jarmusch o Albert Serra. Por eso, La Caixa y la Cinémathéque française han promovido la exposición “Vampiros. La evolución del mito”, que puede visitarse en Caixaforum Madrid y ofrece la oportunidad de explorar el mundo de los vampiros, a través de libros, películas, directores, actores, actrices, artistas y movimientos estéticos. Desde los Caprichos de Goya a una obra de Andy Wahrol.

El interés y la vigencia de los vampiros y su mundo se demuestra particularmente por su presencia en la historia de la cinematografía. “Nosferatu el Vampiro” de Friedrich Wilhelm Murnau (1922), fue el primer título importante del género, versión libre de la novela gótica de Bram Stoker, cuya viuda presentó una demanda por infracción de derechos de autor, que condujo a la destrucción de todas las copias; restaurada posteriormente aparece hoy ante espectadores y críticos como una pieza maestra. Mucho más reciente, el “Nosferatu Vampiro de la noche”, de Werner Herzog (1979), también resulta una obra de culto para cinéfilos por sus poderosas imágenes. En tono más divertido y extravagante, Roman Polanski había aportado su “Baile de los Vampiros” (1967). “Drácula de Bram Stoker” (1992), de Coppola, resulta una pulcra producción de éxito, con un cuidadoso reparto (Winona Ryder, Gary Oldman, Keanu Reeves y Anthony Hopkins), que moderniza la novela del escritor irlandés, aunque tal vez con demasiadas concesiones comerciales, de todas formas, impresiona la glotonería mediante la cual el viejo Conde lame la navaja de afeitar del joven Harker. El Drácula favorito de los muchachos de mi generación es el de Christopher Lee que nos aterraba en los cines de verano de nuestra infancia cuando abría su tumba y nos miraba desde la enorme pantalla. Amenazador pero irresistible, el vampiro nunca se arrepiente ni abandona; se le puede destruir, pero nadie ha conseguido someterle al pacto social ni a la moral burguesa.

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