Uno, dos, tres
A las personas de mi generación, los que nacimos a mediados del siglo XX, el cine ha modelado nuestra cultura
Más que ningún otro medio, a las personas de mi generación, los que nacimos a mediados del siglo XX, el cine ha modelado nuestra cultura. Las películas que vimos en los cines de verano, en las sesiones dobles de los cines de barrio o en ... las grandes salas de estreno, determinan nuestra forma de entender el mundo y hasta de tomar partido. Es por ello que cuando vuelvo a disfrutar la excelente comedia de Billy Wilder ‘Uno, dos, tres’ del año 1961, he comprendido el impacto que su trama pudo suscitar entre los muchachos formados durante la posguerra franquista. La genial obra del cineasta americano muestra con sarcasmo, gracia y lucidez, una situación geopolítica algo diferente a la visión del mundo que nos estaba enseñando el nacional catolicismo. La ingeniosa obra cómica se desarrolla en un Berlín donde se cruzaban dos formas diferentes de organizar la sociedad: el capitalismo democrático y el socialismo de estado, antes de que la confrontación de ambos sistemas se enturbiara a través de la llamada ‘guerra fría’. En aquel Berlín sin muro tiene lugar un estrafalario romance entre la hija del director general de la Coca Cola en Atlanta y un joven comunista radical de aspecto proletario, con sandalias, gorra y motocicleta, deseoso de trasladarse a Moscú para estudiar ingeniería astronáutica, llevando consigo a la alocada heredera. Un estupendo James Cagnery, en el papel de representante de Coca Cola se las ingenia para transformar rápidamente al jovenzuelo rebelde en el aseado yerno de un magnate del capitalismo.
Billy Wilder procede de la burguesía judía de Viena, un grupo social formado alrededor de los años veinte en torno a la etapa conocida como Viena la Roja, cuando la vieja capital del imperio derrotado asombra al mundo con un gobierno socialista a cuyo abrigo se forjan intelectuales de la talla de: Sigmund Freud, Ludwig Wittgenstein, Gustav Mahaler, Stefan Zweig, Gustav Kilmt. Cuentan que Wilder se busca la vida en su juventud vienesa mediante trabajos golfos como bailarín de alquiler y gigoló, también que hubiera podido abrirse camino en el cine alemán, pero la intuición de que el horror se cebaría con su grupo étnico le aconsejó emigrar a Estados Unidos, desde allí supo que a su madre y a otros miembros de su familia los exterminaron en campos de concentración nazis, pero Wilder fue capaz de evadirse mentalmente de ese infierno. En Hollywood escribe el guión de Ninotchka, divertida sátira del comunismo que tal vez preludia su película de 1961; poco después comenzó a dirigir, llegando a ser el mejor autor de cine cómico del siglo XX, a través de películas tan celebradas como ‘Con faldas y a lo loco’, ‘El Apartamento’, ‘Testigo de cargo’ o ‘Primera Plana’.
‘Uno, Dos, Tres’ tal vez muestra un punto de inflexión en la historia de las contradicciones entre capitalismo y socialismo en el mundo moderno; en ella aparecen manifestantes comunistas que portan el retrato de Nikita Jrushchov, aquel gordito bonachón que denunció los crímenes de Stalin e inicia un proceso de reformas hacia un comunismo democrático, cuyo final tiene lugar con la entrada de los tanques soviéticos en Praga, poco después de su destitución y del acceso al poder de una gerontocracia neoestalinista que disolvería las esperanzas en un nuevo socialismo real y arruinaría a una Unión Soviética liquidada finalmente por Mijaíl Gorbachov. Otra película sobre Berlín, ‘Good Bye Lennin’ de Wolfgang Becker describe este proceso a través de una entrañable historia de amor filial.
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