Julio Malo
Rebelión a bordo
Entre tantas víctimas de la guerra recordamos dos tíos de nuestra rama materna, oficiales de la Armada que fueron ejecutados por la marinería amotinada para impedir que sus barcos se unieran al golpe de estado contra la República
Conversaciones en El Escorial, acabo de pasar unos días en la que fue casa de mis padres, cerramientos de piedra berroqueña y techumbre de pizarra. Un lugar excepcional en el centro de las cordilleras que atraviesan la península ibérica, tal vez por eso el ambicioso ... y ascético Felipe II decidió levantar allí la imponente mole del Monasterio de San Lorenzo, sobria corte de un vasto imperio colonial y pieza emblemática en la historia de nuestra arquitectura, pese al perfil que configuran sus imponentes chapiteles de origen flamenco. Cuando en 1958 el fotógrafo de Le Corbusier, Lucien Hervé, realiza un reportaje acerca del monumento, no puede evitar una notable mirada crítica, recordando los tiempos de la contrarreforma y de la inquisición. El arquitecto alemán Paul Bonatz, que asesora al Estado español después de la guerra civil, aconseja los estilemas escurialenses del arquitecto Juan de Herrera como modelo de la arquitectura nacional que el nuevo régimen quería propiciar, alternativa al Movimiento Moderno que se asociaba a la España vencida. Aquel historicismo se distingue en el Ministerio del Aire, de Gutiérrez Soto, y en otras arquitecturas del primer franquismo. “Mañana de Peguerinos con El Escorial al fondo”, así comienza un poema de Rafael Alberti sobre la guerra civil, que comentamos mi hermano y yo.
Historias tristes de la guerra, entre tantas víctimas recordamos dos tíos de nuestra rama materna, oficiales de la Armada que fueron ejecutados por la marinería amotinada para impedir que sus barcos se unieran al golpe de estado contra la República. Fueron sucesos generalizados que permitieron al gobierno conservar la casi totalidad de la flota, comandada durante la contienda por el almirante Buiza. Alguien comentó el clasismo y el autoritarismo propios de los mandos de la Armada, más duros que en otras armas. Mi prudente hermano argumentó que esto se justifica por las dificultades para manejar la fragilidad de las embarcaciones; yo recordé una secuencia de la excelente película “Rebelión a bordo”, de Lewis Milestone, con Marlon Brando y Trevor Howard, de 1962. De chico me impresionó escuchar la sentencia del Almirantazgo británico que absolvía al cruel capitán Bligh, matizando cómo la aplicación estricta de leyes generales no recoge todas las contingencias de la condición humana y es por ello que, aún reconociendo las razones del segundo oficial Flecher Christian (Marlon Brando), no pueden justificar que dirigiera el motín de la fragata Bounty.
"Mutiny on the Bounty" (Rebelión a bordo) tuvo en su momento un enorme éxito, compitiendo aquel año con "Lawrence de Arabia"; creo que a los muchachos nos entusiasmó más la primera, por el perfume de la aventura marinera que siempre es la aventura más perfecta; al volver a verla, creo que se trata de una película turbadora, pues Marlon Brando, que se encontraba en su esplendor como actor, representa un personaje atormentado, diferente a los héroes buenos y simpáticos de las películas de aventuras. Al malvado capitán lo interpreta uno de los grandes actores de la escuela inglesa, Trevor Howard, quien consigue resultar realmente antipático. Cuando la Bounty llega a una isla perdida del Pacífico, la tripulación se dedica a beber y hacer el amor con las nativas, finalmente el errático oficial Fletcher decide regresar y someterse a la justicia, pero sus hombres incendian la fragata para evitar que los entregue, de manera que el personaje de Brando muere al intentar recuperar su barco en llamas, un desenlace moralista que deja desolada a su amada Maimiti y desconcertados a los espectadores.
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