Julio Malo
En el mismo barco
Me emociona escuchar la música de su acento lunfardo y las imágenes del hermoso parque de Palermo; ahora se ve a la gente con mascarilla y pienso cómo el Covid-19 ha podido adormecer espacios de la metrópoli que nunca duerme
Desde Buenos Aires, Augusto Penedo que fue presidente de los arquitectos porteños y colaborador mío durante su exilio en España en los tiempos de la dictadura militar argentina, me escribe desde el hartazgo de 120 días de confinamiento en pleno invierno austral, en un ... momento de pico en contagios y muertes, por mas que Argentina se sitúa en los índices mas bajos de la pandemia en América, cuya relación de valores más alto la encabeza USA. «Qué locura. ¿Serán los marcianos, Dios que nos castiga, los chinos que nos quieren fastidiar, el capital que quiere seguir controlando el mundo?». Las hipótesis conspirativas siempre están ahí. Al comienzo de la enfermedad en China, hubo quien sospechaba que se podía tratar de un virus de laboratorio introducido por los americanos como parte de la guerra comercial entre ambos imperios, mientras que Trump acusa a demócratas y a chinos que solo pretenden desalojarle de la presidencia. Las historias acerca de manejos bioquímicos o de consecuencias por la intervención depredadora del hombre en la naturaleza, ignoran que los virus existen en la Tierra desde hace millones de años, mucho antes de la antropización de parte del planeta. Parece que nos resulta difícil aceptar que esta epidemia es resultado de la pura contingencia, ha sucedido simplemente sin que exista ningún significado oculto.
El médico que advirtió sobre el extraño brote viral, Li Wenliang, fue censurado por las autoridades chinas, una red autoorganizada por un grupo de estudiantes y trabajadores provoca la reacción en la dirección del partido comunista que llega a entender cómo la epidemia de coronavirus podría extenderse a dos tercios de la población mundial si no se logra controlar, tal como advierten los epidemiólogos. En la novela ‘La guerra de los mundos’ de Wells (1897), después de la conquista de la Tierra por los marcianos, el protagonista descubre que todos los invasores han muerto por el azote de un virus contra el que no tenían inmunidad. Quizá ahora somos nosotros los amenazados por unos estúpidos virus que se reproducen ciegamente y luego mutan. Sin embargo, debiéramos resistir la tentación de interpretar la pandemia como un castigo a la humanidad por la desaforada explotación de otras formas de vida en la Tierra. Como respuesta a la amenaza del coronavirus, el primer ministro israelí Netanyahu ofreció ayuda a la Autoridad Palestina de inmediato, demostrando que es el momento de olvidar barreras. Tal como dijo Martin Luther King: «Puede que todos hayamos llegado en diferentes embarcaciones, pero ahora estamos todos en el mismo barco».
Augusto Penedo me envía grabación para un programa de una universidad porteña; habla del día después que los más optimistas entienden dará lugar a un mundo menos contaminado, más sostenible y más amable. Se refiere a los espacios públicos y advierte que su puesta en valor ya estaba en el pensamiento urbano antes de los tiempos del coronavirus . Mas allá de sus argumentos que comparto, me emociona escuchar la música de su acento lunfardo y las imágenes del hermoso parque de Palermo; ahora se ve a la gente con mascarilla y pienso como el Covid-19 ha podido adormecer espacios de la metrópoli que nunca duerme. Augusto lo dice, nadie sabe como acabará esta historia, pero yo sueño volver a pasear sin mascarilla por Palermo Viejo, la Boca o San Telmo, y recuperar los versos de Borges: «A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: La juzgo tan eterna como el agua y el aire».