Librerías
El escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez sostenía que a una ciudad la cualifican antes que nada sus librerías y sus tabernas
El escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez sostenía que a una ciudad la cualifican antes que nada sus librerías y sus tabernas. Hace pocos años cerró en Cádiz la Librería de la Marina a punto de llegar a centenaria, pues el establecimiento abrió en ... 1917. En su lugar se ha instalado una franquicia de ropa que conserva parcialmente la carpintería de madera del escaparate de la vieja tienda de libros, maquillaje urbano que no puede ocultar la dolorosa pérdida, cuando cierra una librería la ciudad se hace más pequeña. Cerca de ahí resiste con altivez el librero Raimundo, uno de los mejores especialistas en papeles viejos, célebre hasta en Paris, Londres y Nueva York, desde sus tiendas de Cádiz en plaza San Francisco y calle San José. No es exageración, me baso en hechos comprobados, pues en librescas metrópolis escuché hablar de él a coleccionistas y entendidos en libros antiguos, viejos, usados, de lances o de ocasión, grupo de irreductibles adictos a los aromas del papel, los cartonajes, las pieles y el pegamento de encuadernación, en tiempos de herramientas virtuales sobre cuyas metálicas cubiertas se adhieren los virus. Entre los volúmenes que apila Raimundo parece sonar el verso de Joan Margarit, “La libertad es una librería”.
Dos películas de gran calidad narrativa forman parte de un ritual en torno al amor por los libros en tiempos difíciles. Isabel Coixet dirige en 2017 “La Librería” basada en una novela de Penelope Fitzgerald; con anterioridad se había ocupado de la versión teatral de “84 Charing Cross Road”, una historia autobiográfica, a modo de epistolario, entre su autora, la neoyorquina Helene Hanff, y un sobrio librero londinense que interpreta Anthony Hopkins en la deliciosa cinta “La carta final” dirigida por David Hugh Jones, con Anne Bancroft en el papel de la escritora. En el literario barrio londinense de Bloomsbury, el viajero puede encontrarse con Jarndyce Antiquian Booksellers que reclama ser el local evocado en el relato, pocas cosas tan emocionantes como aspirar la atmósfera de una librería de viejo británica.
“Entre libros nadie puede sentirse solo” es la alentadora frase que encabeza el cartel publicitario de la última película de Isabel Coixet, en ella relata el empeño de una viuda por abrir una librería en un pequeño pueblo de la costa oriental de Gran Bretaña durante los años cincuenta, frente a la hostilidad de la rancia burguesía local, pero con el apoyo de sus humildes vecinos, la divertida ayuda de una niña tan imaginativa como práctica y la complicidad de un misántropo anciano con quien comparte el descubrimiento de Ray Bradbury con sus “Crónicas Marcianas”, o la turbadora y pizpereta “Lolita” de Vladimir Nabokov. Entre ambos náufragos se crean vínculos muy hermosos en torno a las múltiples experiencias que contienen toda buena colección de libros. Pensar ahora en el encanto de la lectura conduce a lamentar la pérdida de Carlos Ruiz Zafón que se acaba de ir a sus cincuenta y cinco años dejándonos “La sombra del viento” con una bella foto de Francesc Cátala Roca en su portada y el retrato de una Barcelona peterpanesca que estimula el placer por leer. Seguro que una edición barata y en buen estado de esta buena novela se puede adquirir en cualquier momento en una de las tiendas de Raimundo donde también se podría encontrar algún tesoro viejo envuelto en pergamino. Entre ellas, la Librería Manuel de Falla siembra la plaza Mina con libros que invitan a pasear por Cádiz.
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