Librepenseur
Mi abuelo fue un auténtico librepensador en tiempos difíciles, un sabio amable que me enseñó amar la lectura a través de su espléndida biblioteca
En estos tiempos de intransigencias huecas que prefieren la descalificación y el insulto a la sana dialéctica reflexiva, quiero recomendar la lectura de “Jean Barois”, novela publicada en 1913, en la cual el escritor francés Roger Martin du Gard dibuja con rigor romántico la figura ... de un intelectual “librepenseur” (en castellano, librepensador), modalidad del republicanismo moderno, que apela a la lógica humanista y a la razón científica por encima de los principios de autoridad y tradición, así como frente a los dogmas de la religión católica. Una corriente del pensamiento con raíces en Giordano Bruno y Baruch Spinoza, así como en el británico John Toland, los revolucionarios franceses Diderot, Voltaire o D’Alembert, y el científico Charles Darwin. Jean Barois, tras un período de formación católica, reflexiona acerca de la debilidad en los textos canónicos de la Iglesia, escritos un siglo después de las prédicas de Jesús de Nazaret. Se alinea con Émile Zola en la denuncia por la injusta condena del militar judío Alfred Dreyfus, episodio que relata la reciente película de Roman Polanski “El oficial y el espía”. Presionado por su esposa y su hija, termina por volver a prácticas religiosas, pero tras la muerte se lee un testamento en el que proclama sus convicciones de ateo librepensador; dejando claro de esa manera la firmeza ideológica cuando se encontraba en la plenitud de sus facultades intelectuales.
Cuando en 1973 leí esta novela, publicada en castellano por Alianza Editorial, recordé a mi abuelo que nos había dejado muy poco tiempo antes y con quien tuve el privilegio de vivir dos años en su casita de la colonia madrileña de El Viso. Yo sé que fue un auténtico librepensador en tiempos difíciles, quizá otros miembros de mi familia discutan mi percepción de aquel sabio amable que me enseñó amar la lectura a través de su espléndida biblioteca. Cuando obtiene el título de ingeniero industrial en la Escuela Especial de Bilbao se dedica muchos años a recorrer el mundo, algunos alegan que era práctica común completar así una formación académica convencional, pero yo pienso que él quiso emprender un largo viaje iniciático para enriquecer un espíritu inquieto, ávido de aventuras, ávido de conocimientos. Su relato sobre la ceremonia de incorporación a una Logia británica se me hizo cuento para entretener a su devoto nieto, conocí luego los ritos que aún tienen lugar y coinciden con su historia.
Los relatos familiares también difieren acerca de su papel durante la guerra civil. El golpe de estado encuentra a la familia de vacaciones, regresan a Madrid donde él ocupa un puesto de responsabilidad en la Comisaría de Abastos. Acusado por los sindicatos de incurrir en irregularidades fue sometido a un proceso popular del cual resulta absuelto con todos los pronunciamientos favorables. Sin embargo, la funesta experiencia le conduce a abandonar Madrid con la familia, excepto papá que no pudo hacerlo por encontrarse en edad militar. Como fueran los pormenores de una historia, en cualquier caso algo confusa, el continuó declarándose ateo y librepensador, si bien los rezos de mi abuela y de tía Maruja consiguieron que, como Jean Barois, terminara por regresar al cobijo de la Iglesia. No hubo testamento de convicciones como en el caso del personaje literario francés. A sus 106 años poco puede aclarar mi tía que de todas formas debió quedar muy satisfecha con la conversión de su padre. Siempre le recordaré recitando a Ovidio en latín, Baudelaire en francés y Yeats en inglés británico.
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