Julio Malo
Largas vacaciones
Ahora pienso que quizás, después de la pandemia, la pasión por el turismo desaforado se volverá un rasgo de mala educación
Recuerdo a tío Luis Pondal tras su estancia estival de hace ya muchos años en el Hotel Playa, de Cádiz ; esos días soplaron sin cesar los vientos de levante, de manera que nos dejó clamando con solemnidad que nunca más volvería a elegir ... nuestra ciudad para disfrutar del verano, no sabía que habría gozado mejor la larga barra de arena fina, frontera del océano, si hubiese acompañado el poniente tendido durante aquellos tiempos de escasa masificación, cuando la Playa Victoria representaba un espacio realmente apacible. Estupendo tío Luis, un hombretón del norte de gustos refinados y opiniones tajantes, familia de Eduardo Pondal Abente, poeta gallego reconocido porque las primeras estrofas de su poema “Os Pinos” constituyen la letra del actual himno oficial de Galicia. Tiempo después me contaba indignado que el presidente socialista de la ya extinta Diputación Provincial de Santander le había exigido una permanencia razonable en su puesto de trabajo como ingeniero, y él armado de razones le había replicado: “Oiga, que yo he ganado una oposición”, anécdota muy reveladora del espíritu de la época y del carácter del personaje.
Aquel Hotel Playa representaba una excelente arquitectura en la línea canónica del Movimiento Moderno, proyectado por los arquitectos Rafael Hidalgo y Antonio Sánchez Esteve, inaugurado en 1932 por Emilio de Sola, alcalde republicano de la ciudad. Esta pieza sustituyó al primitivo Balneario que se termina de construir en 1906, según proyecto del arquitecto José Romero Barrero, con la colaboración del jerezano Francisco Hernández-Rubio y Gómez, a éste se deben sin duda los estilemas “art noveau” que caracterizaban la imagen de un bello edificio que solo hemos conocido por tarjetas postales de época. Ambas construcciones suponían un hito en la organización de la Playa Victoria, parte de la apuesta de modernización de la ciudad como estación turística. Especial interés arquitectónico presentaba la Piscina Municipal que se inaugura en 1934 y funciona hasta los años setenta, obra también de Sánchez Esteve, superviviente de la llamada “Generación del 25”, grupo de arquitectos formados en la Escuela de Madrid que introducen en España el Movimiento Moderno, la mayoría de los cuales resultan eliminados del panorama profesional al final de la guerra civil, como Lacasa, Sánchez Arcas, Candelas, García Mercadal y tantos otros, exilados o depurados.
Pasear ahora la larga línea de playa en tiempos del covid19 me devuelve el paisaje de la infancia; procedente de Santa Cruz de Tenerife, mi familia se había instalado en un hotelito vecino al de Sanchez Esteve, prefiero este término al de chalet, abreviatura francosuiza de “chatelet” (castillito); recuerdo la belleza racionalista perdida de la casa del arquitecto. Los chavales disfrutábamos por la mañana una playa de casetas, toldos y bares, en bullicio contenido que se apagaba a mediodía. Las tardes nos alejaban de ese ambiente y también del mundo de los adultos, para así disfrutar con los amigos del placer de la libertad en compañía, saltar del tranvía en marcha o planear una incursión a las cuevas de Marimoco suponían retos estimulantes; vivencias que evocan “Verano del 42” (1971) de Robert Mulligan, acerca de las vacaciones de unos adolescentes durante la Segunda Guerra Mundial, con una estupenda Jennifer O´Neill en el papel de viuda de guerra que mantiene un romance con un muchacho y enamora a los espectadores. Nosotros también visitábamos al atardecer una playa absolutamente ya vacía, ahora pienso que quizás, después de la pandemia, la pasión por el turismo desaforado se volverá un rasgo de mala educación.