Grand Hotel
Fue una apuesta de la Metro Goldwyn Mayer para seducir al público reuniendo a grandes intérpretes en un escenario de lujo y elegancia
En 1932, se estrena una película que representa un hito en la cinematografía de su época pese a que hoy no es tan apreciada por los cinéfilos. Grand Hotel fue una apuesta de la Metro Goldwyn Mayer para seducir al público, reuniendo a ... grandes intérpretes en un escenario de lujo y elegancia, adaptación de una novela cosmopolita de la vienesa Vicki Baum, los americanos ubicaban siempre en Europa cualquier evocación del glamour. El decorado representa un palacio art decó que permite al espectador recorrer las hileras circulares de las habitaciones a modo de torre de babel en la era del jazz. Volver a ver un film que explota el esplendor de los grandes hoteles de época contrasta con el escenario de estos tiempos del Covid-19, cuando los establecimientos modernos preparan su reapertura entre aplicaciones móviles, medidas sanitarias extremas, nuevo sistema de manejo de espacios, reducción de la ocupación, mandos envasados al vacío y certificados que garanticen la seguridad de clientes y trabajadores. Nada puede ser igual después de este azote de la naturaleza contra el modelo de sociedad que había organizado el género humano. El propio interés por la hostelería puede verse afectado por el llamado ‘síndrome de la cabaña’; mucha gente piensa que el confinamiento no ha estado tan mal, lo cual permite cuestionarse un frenesí consumista, incluyendo los viajes de capricho generadores de un turismo que inundaba nuestras ciudades como una plaga.
La novela de Vicki Baum, cuya versión cinematográfica permitió a su autora instalarse en Hollywood, se corresponde con una ‘literatura de consumo’, mediante intrigas sentimentales desarrolladas entre la ‘alta sociedad’. Jardiel Poncela sostenía que los lectores gozaban leyendo este tipo de obras pues así ellos también se hospedaban en grandes hoteles, viajaban en trasatlánticos de lujo y dormían en coches cama del Orient Express. La productora del rugido de león utiliza esa ficción de opulencia para hacer soñar a espectadores de un mundo sumido en la grave crisis económica que condujo a la Segunda Guerra Mundial. Por primera vez se coloca en el mercado una película con cinco primerísimas estrellas: Greta Garbo, Joan Crawford, John Barrymore, Wallace Beery y Lionel Barrymore, que construyen múltiples historias entrecruzadas bajo la dirección de Edmund Goulding, bazas seguras para crear una película de éxito. Obtuvo el Oscar a la mejor cinta en 1933.
Al final de la película uno de los personajes exclama que en todas las ciudades del mundo hay un Grand Hotel, como el de Torquay, en el Reino Unido, ligado a Agatha Christie que celebró allí la luna de miel con su primer esposo. Resulta fácil expresar objeciones a esta escritora de novela policíaca, sin embargo parece justo reconocer su prolijo ingenio y la sutileza de sus tramas, muchas de ellas ubicadas en lujosos hoteles, como el Pera Palace de Estambul, cuya habitación 441 lleva su nombre; el Winter Palace en Luxor, donde durmió poco antes de embarcarse en su famoso crucero por el Nilo, o su favorito The Browns, que inspiró su novela ‘En el hotel Bertram’. En el poema ‘Amada Regina’ de Joan Margarit, nuestro premio Cervantes 2020, desgrana la relación de viejos hoteles con otro nombre también frecuente: ‘El Regina de Roma y su fachada severa y gris, fascista, de granito’ o ‘el último Regina en el bullicio de la calle Vergara en Barcelona’. Resulta inevitable volver a Agatha Christie, el Swam Hotel de Yorkshire fue escenario de su fingida desaparición, tal vez recurso publicitario de su editor.