Fotografías que emocionan
A Chema Madoz la pasión por el arte fotográfico le liberó de su tedioso trabajo en la gris oficina de una sucursal bancaria
A Chema Madoz (Madrid, 1958) la pasión por el arte fotográfico le liberó de su tedioso trabajo en la gris oficina de una sucursal bancaria. Hace cuarenta años comenzó a armar objetos que podrían ser esculturas, pero no lo eran, los creaba con ... la única pretensión de hacer fotografías. Nunca fue fotógrafo a pie de calle, siempre trabajó en su estudio, un luminoso espacio situado en la sierra de Guadarrama. Confiesa su amor por la ciudad y sus ritmos pero necesitó aislarse para crear en su laboratorio un mundo onírico sin colores; el blanco y negro le lleva a un territorio diferente que interpreta la realidad como un sueño. Los científicos explican que la fascinación por las imágenes en blanco y negro está relacionada con la escasa información que proporciona la retina sobre los colores, ya que en ésta se contienen pocas células (bastones y conos) especializadas en la lectura del color, de manera que el cerebro ha de procesar los mismos usando información almacenada en la memoria. La mayor facilidad en comprender las escenas sin color explica la placidez mediante la cual el entendimiento agradece su menor esfuerzo. Así llega a alcanzar el Premio Nacional de Fotografía en el año 2000. Y si todo artista aspira a aportar una imagen icónica que perdure en el imaginario colectivo, Chema Madoz lo consigue mediante esa escalera apoyada en un espejo.
En uno de los lugares mas encantadores de Madrid, el ahora llamado Pabellón Juan de Villanueva del Jardín Botánico, en homenaje al arquitecto del siglo XVIII que está considerado como uno de los más brillantes de nuestra historia, puede ahora disfrutarse una muestra de sesenta y dos fotografías de Chema Madoz, producidas entre 1982 y 2018, bajo el título “La Naturaleza de las Cosas”. En la misma, el fotógrafo no solo juega con sus esculturas efímeras sino que extiende su mirada al mundo natural: animal, vegetal y mineral; con creaciones tales como un cactus hecho de piedras o notas de música a modo de ramas de un árbol. En este autor la figura humana no aparece; dejó de trabajar con élla cuando descubrió que no aportaba nada al mundo que estaba creando. Además de la fotografía, la muestra presenta una selección de objetos de su taller, como forma de explicar su proceso creativo, desde la pieza a su reproducción en papel fotográfico.
Junto a la muestra de Madoz, la Galería Helga de Alvear ha presentado una interesante exposición de Candida Höfer (Eberswalde, Alemania 1944). Una obra muy diferente pero que también prescinde de la figura humana para exhibir arquitecturas interiores cuando ha cesado toda la actividad y los espacios están vacíos. Se trata de una serie de fotografías de gran formato de edificios en Moscú y en Paris. La ausencia de personas otorga un total protagonismo a la arquitectura y a la naturaleza. Supone una reflexión sobre la cultura a través de elementos, como la luz, la estructura y el color. Mediante cámaras de gran formato, Candida Höfer emplea una estética fría, su mirada resulta absolutamente neutral para producir imágenes técnicamente impecables, con gran riqueza de detalles. Entre las piezas que la fotógrafa alemana analiza se encuentran: la escalera de la villa Savoye, o una de las estancias de la ciudad del Ejército de Salvación de Paris, ambas de Le Corbusier, y el teatro Bolshói de Moscú. Dos miradas para disfrutar cosas creadas por el ser humano sin que el ser humano aparezca en las fotografías.