Alex Katz
«La obra de Katz ha sido interpretada como representación del estilo de vida neoyorquino»
Cuando pasen los tiempos del Covid19 que afecta con especial rigor a los países latinos, el Museo Thyssen de Madrid exhibirá la obra de este pintor neoyorquino, tan controvertida como sumamente popular. Por más que críticos severos, al hablar de sus creaciones, se refieran al ... agrado fácil como enemigo de la belleza, no es menos cierto que a sus 93 años ha generado un estilo propio: lineal, esquemático y de campos cromáticos uniformes; sin la subjetividad aportada por el pincel o la espátula, desborda la figuración tomando elementos prestados del abstracto que permiten un estilo claro, mediante una extraordinaria parquedad de medios pictóricos. Resulta notable su afición al retrato, un género difícil desde que compite con la fotografía, y siempre asociado al encargo. Sin embargo, a Katz nadie le encargó jamás un retrato, la mayor parte de los suyos toman por modelo a su mujer, la bella Ada del Moro. Él sostiene: «los gestos de Ada son perfectos siempre, es como una actriz. Vio muchas películas de joven y los gestos que veía en ellas pasaron a formar parte de su subconsciente». El término retrato procede del latín «retrahere» que significa revivir, en la tradición clásica se distingue entre: una representación lo más exacta posible del sujeto, y una visión idealizada del mismo; Katz conjuga ambos conceptos, a través de medios formales de extraordinaria sencillez.
Nacido en el seno de una familia judía de Brooklyn en 1927, tras participar en la Segunda Guerra Mundial, ingresa en la Cooper Union School of Art and Architecture, y frecuenta los cenáculos de los pintores del expresionismo abstracto norteamericano, liderados por Jackson Pollock de quien expresamente se distancia a través del ejercicio de paisajes y retratos en una línea de representación figurativa, como muestra su primera exposición individual de 1954, en la cual se distingue de los abstractos con una pintura realista de gran formato, a contracorriente del ambiente que se respiraba en una Nueva York devenida en capital mundial del arte. Para muchos, Katz es el eslabón perdido entre Edward Hopper (1882-1967) y el Pop Art, un estilo vinculado a los iconos de la publicidad, el comic y la cultura de masas, del cual se le considera precursor. El crítico español Calvo Serraller reflexiona acerca de la dificultad que existe para clasificar la obra de Katz, perplejidad que recuerda a la manifestada en torno a su predecesor Hopper, también enredado entre el realismo y la abstracción. En cualquier caso, resulta sugestivo encontrar artistas que no se pueden etiquetar de forma cerrada.
Menospreciado por el canon de la crítica que le ha venido tachando de artista superficial y comercial, el nonagenario pintor neoyorquino parece disfrutar ahora de un mayor reconocimiento, eso lo prueba la presencia de su obra en los principales centros de arte contemporáneo, que a su vez le han dedicado múltiples exposiciones monográficas, como en Paris y Viena en 2014, y en la Tate Modern de Londres en 2015. Él ironiza con este éxito y admite que nunca lo puso fácil, siendo un pintor figurativo en tiempos de abstracción, y demostrando a la postre que no hace falta pertenecer a un movimiento para construir una trayectoria consistente. La obra de Katz ha sido interpretada como representación del estilo de vida neoyorquino, refinado al modo «wasp» (blanco, anglosajón y protestante), a pesar de ser judío retrata a esta sociedad de forma acrítica, al contrario de Woody Allen, llegando a reconocer: «Nunca me interesó retratar a los pobres».