Mi Tío
Nada más saludable para llevar con alegría este confinamiento solidario que disfrutar bellas historias
Nada más saludable para llevar con alegría este confinamiento solidario, como defensa colectiva frente a invisibles partículas con una capacidad de infección bestial, que disfrutar bellas historias. Propongo una narración cinematográfica plena de emociones y sugerencias. La película “ Mi Tío ” (Mon Oncle 1958) ... del director francés Jacques Tati, entretiene con una historia urbana a través de diversos relatos entrelazados. Jacques Tatischeff, de origen ruso, uno de los grandes del cine cómico; artista de cabaret, atleta, jugador de rugby, guionista, actor y director de cine, fue capaz de reírse del mundo y de si mismo a través de Monsieur Hulot, personaje de gabardina, pipa y paraguas, que llevó al cine en cuatro películas. Mi Tío, obtuvo el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, mediante esta crítica amable a la obsesión por la modernidad que atraviesa el siglo XX, llegando a convertirse en un dogma. Tati muestra cómo el optimismo futurista se refleja en la vida cotidiana de la sociedad de esa época. La búsqueda de la máxima eficiencia y los diseños sofisticados conviven con los modos tradicionales de vida. La mirada crítica del director señala en cada escena la diferencia entre dos mundos en incesante contradicción. Hurlot recoge a su sobrino en la escuela para llevarlo a Villa Arpel, la casa súper moderna de su hermana, caricatura de la modernidad arquitectónica, bien diferente a la suya, que es un destartalado laberinto fenomenológico en medio de un barrio popular.
El pabellón de Francia en la XIV Bienal de Arquitectura veneciana de 2014 reproduce la Villa Arpel, protagonista de la sátira de Jacques Tati. La razón fue irónica: dicha Bienal, dirigida por Rem Koolhaas estudiaba la pérdida de las peculiaridades arquitectónicas de cada país en favor de los modelos canónicos del Moderno. Villa Arpel es a la vez un sueño y una pesadilla, la modernidad convertida en dogma, y por lo tanto antimoderna. El profesor y arquitecto Iñaki Ábalos en su libro “La buena vida” (Madrid, 2000) habla de la casa Arpel como “la vivienda positiva y feliz”, rodeada de bosques en una zona residencial, una forma de entender el habitar. En cambio, la casa donde vive Monsieur Hulot es un laberinto que el autor define como una “vivienda collage”. El hijo de los Arpel, sin embargo, admira la vivienda de su tío porque los niños tienen una visión diferente a la de los adultos ya que aun no han sido contaminados por los valores establecidos.
La acción del filme discurre sin apenas diálogos, Tati se detiene en distintos detalles, especialmente los arquitectónicos, la casa de su cuñado es una pieza ultramoderna dotada de todo tipo de dispositivos automáticos. Hay tres elementos que Tati utiliza para generar un humor lento e inteligente: la cancela que abre y cierra a las órdenes de los propietarios, la cocina automática que produce alimentos en forma robótica y la puerta del garaje, dotada de sensores, cuyo automatismo deja encerrada a la pareja ante el inoportuno paso del perro. Se repiten las escenas en las cuales los personajes se ven esclavizados por los mecanismos de la vida moderna. El niño percibe que así no alcanza la felicidad que realmente disfruta con la pandilla infantil del barrio de su tío. El mensaje del cineasta denuesta del ambiente burgués que aísla a las personas. Sin embargo, la sencillez de su barrio popular humaniza y produce espacios más divertidos e inteligentes. Su lección apuesta por una forma de convivencia amable y sostenible.