OPINIÓN
Juicio al invierno
Ojalá Soraya Sáenz de Santamaría relatando en el Supremo cómo al final mismo de este invierno fallido, brotó antes de tiempo la flor de los almendros
Rajoy y Soraya bailan en el Supremo el cancán del pasado . Ojalá un millonario británico hubiera pagado una charanga para la puerta. Después de escuchar en el juicio todos los testimonios de los gobiernos de entonces de aquí y de allá, va quedando ... clara una cosa: a toro pasado, todos somos Manolete. Fuera, más allá de la caoba de la puerta del Estado de Derecho se barrunta la primavera como un juicio sumarísimo al invierno. Llega precipitada de ansias porque la primavera está hecha de todas las cosas del futuro y solo consiste en eso: el mañana. Qué tremendo proceso el suyo. El otoño es el reproche de lo que no vuelve y los pies fríos en la cama. La primavera, no. Por eso hay que contarla y salir a la calle a decir ahí viene.
Ojalá Soraya Sáenz de Santamaría relatando en el Supremo cómo al final mismo de este invierno fallido, brotó antes de tiempo la flor de los almendros y aparecieron las yemas de sus frutos pequeños como guisantes, tan duros mañana y hoy tan a merced del cuchillo de la helada. O quizás Rajoy ante el tribunal hablando al fin de la verdad de la resiembra, del agitar de los árboles de las mimosas, del porte de cigüeñas apostadas sobre las espadañas, reinas de sus dominios de luz.
Que alguien dé al fin una rueda de prensa en algún hotel del centro de Madrid y les diga a los setecientos mil corresponsales extranjeros que analizan con minuciosidad británica el sistema legal español que al fin sobre las ásperas cortezas de los pinos ya descienden las procesiones de orugas con rectitud urticante. Pronto se enterrarán y nacerán las mariposas y en ese momento echarán a volar esas pelusas de las chopas que siempre flotan sobre el aire en trayectorias ligerísimas y aparentemente estáticas, como Mariano Rajoy.
Ahí está. Desde aquí se percibe el aroma conservador de su perfume de Álvarez Gómez. El juez Marchena , que guarda las formas como si fuera el portero del Wellington, le pregunta su nombre. Quién es. Quién fue. Un juicio es la representación del pasado y la búsqueda de lo inmutable. Aparece Rajoy de nuevo, como un reloj parado : “Mariano Rajoy Brey, 63 años, registrador de la propiedad, casado”.
Hay muchos Sánchez y un solo Mariano. La certitud anida él y en las nieves perpetuas de las puñetas blancas del juez Marchena , que preside la escena tocado a su vez de blancura. Y luego está toda esa oscuridad y el brillo de las togas. Ojalá alguien con una maza abriera una ventana en el Supremo.
Tardá, que es un soñador, está enfadado porque sostiene que este proceso está inspirado en la venganza. Dime Joan, ¿qué otra cosa es la justicia? Él quería hablar en catalán. Ojalá algún testigo hablara de la primavera. “Es primavera ya. Primavera, primavera, primavera, primavera”. Así, durante media hora. Ojalá alguien a las preguntas del fiscal declare la única verdad que existe: “Primavera y poesía, ¡toda la vida!”