La efervescencia del verano: septiembre y María

Y en un santiamén, como si un solo movimiento del cuarzo estándar del segundero de un reloj hubiera pasado, se le cayeron doce hojas caducas al almanaque y nos adentramos en septiembre, mes en el que celebramos el nacimiento del retoño de San Joaquín y Santa Ana, así como el Dulce Nombre de la Madre de Dios, MARÍA, y que en Alcalá de los Gazules veneramos bajo la advocación de Los Santos.

No entenderíamos los alcalaínos nuestro pasado ni nuestro devenir sin detenernos en el mes de septiembre, introduciéndonos en esa atractiva y extraña combinación de colores que conforma la casa de nuestra patrona, su santuario. Acercarnos a Ella, situándonos bajo su reluciente templete de plata, solicitando y agradeciendo su intercesión bajo los ecos de un silencio de paz que retumban sobre las centenarias piedras cubiertas de cal que, reforzadas por innumerables exvotos que testimonian el agradecimiento de sus fieles, constituyen su ermita.

Es María Santísima de los Santos, Madre de madres, Madre de abuelas, Madre de bisabuelas y Madre de tatarabuelas. Aquellas señoras, marianas, que vivieron bajo su atenta y sincera auspicia. Fue la Santísima Virgen María testigo de noviazgos que, sutil y disimuladamente, le visitaban en su capilla de la calle “la Salá”, aprovechando la ocasión para pasearse, darse la mano y hasta besarse en la mejilla. Fue por tanto María Santísima de los Santos la propulsora de enésimas familias: el principio de todo.

Ntra. Sra. de los Santos habita en cada uno de nosotros, su Amor es perfecto, puro, concreto y real. Su Amor penetra en nuestros hogares e ilumina las sombras de los desórdenes que causan los egoísmos. María Santísima de los Santos irradia Amor, su onda expansiva traspasa muros, fronteras, razas y lenguas.

La Santísima Virgen de los Santos es Reina en nuestros corazones desde que la vimos en aquel trono donde la tenía nuestra abuela en lo alto de la cómoda de su dormitorio, desde la mesilla de noche de nuestra madre, desde el espejo retrovisor del automóvil de nuestro padre o atada en nuestro cuello a través de una grácil cadena. Ella es la Reina y nosotros súbditos en la Fe de su Hijo.

Ella nos ilusiona, el ánimo que nos trasmite María Santísima de los Santos no se marchita nunca, se renueva cada amanecer, cada vez que acudimos a su ermita. El ánimo e ilusión que nos aporta se fortalece cada mes de septiembre, cuando festejamos su Romería. La Santísima Virgen de los Santos nos ve, nos escucha y está permanentemente pendiente a nuestras faltas y nuestros actos buenos.

En puertas estamos ya de su Romería y nos preparamos para festejarla. Ajena al folclore, palmas o salves entonadas, la Santísima Virgen de los Santos nos espera para que brindemos y compartamos nuestra Fe en lo más profundo de nuestros corazones. El próximo 12 de septiembre volveremos a vivir una romería más, tan especial e importante como las celebradas en ediciones anteriores. Cerremos los ojos y abramos los corazones, y acompañados con rezos y plegarias, detengámonos a pensar todos los momentos vividos junto a Ella, con nuestra familia, con nuestros amigos; seguro que fueron muchos e importantes episodios en los que María Santísima de los Santos estuvo presente.

Trasmitiéndole a nuestra descendencia nuestra vivencias junto a Ntra. Sra. de los Santos, colaborando y trabajando junto con su Hermandad, es una correcta forma de encarar, festejar y engrandecer su inminente Romería, para que nunca decaiga y siempre permanezca en nuestro caudal hereditario el Amor a la Santísima Virgen de los Santos, lo demás llegará solo seguro, con la ayuda de la ilusión y el ánimo que nunca nos faltará.

Soy mariano porque tuve la suerte de ser hijo de María.