Volverán
Por encima de todo, hay que sentir que la vida sigue y que tenemos derecho a ella plenamente
Los entremezclados y alegres trinos llenaron de nuevo los aires. Junto a mi balcón en la casa alta del centro regresaban otra vez los silbidos, anunciando ciertamente el sempiterno cambio de estaciones. Sus gorjeos son los mejores mensajeros de que lo normal sigue por encima ... de todo y que el rítmico suceder se superpone a las inquietudes. Los sueños sobre lo que está pasando intentan modificar algunos ritmos. Apenas suponen la justificación de las noticias para vender en los insustancial. Que sí, que está sucediendo y seguirán existiendo riesgos, y cada uno lo llevará como pueda. Por encima de todo, hay que sentir que la vida sigue y que tenemos derecho a ella plenamente.
Se pierden los enmascaramientos con la suave fluencia de las transiciones, que es donde radican los mejores avances de las historias. El paseo a cara descubierta no debe secuestrarnos la distancia, ni la mesura en la relación. Nos envolvemos en anillas elásticas que orientan nuestras orejas evitando respirar bolitas de veneno. Será lo único molesto por recordar, y ser prevenidos debe quedarse. Vienen tiempos de acomodación a la ancestral forma de vernos y entendernos. Recobraremos lugares y sitios donde situarnos de nuevo con la alegría de estar y ser como antes. Eso nos hace más felices y naturales. La primavera trompetera ya llegó, nunca mejor dicho.
Estos tiempos pasados han sacado en nosotros algunas sensaciones ocultas que no conocíamos. Estar reducidos en obligados confinamientos, o vernos en la mitad de cara, es recortar la mirada y no saber con quién estamos. Los niños siquiera conocen a sus compañeros. Su adaptación es rápida y su aprendizaje fija las imágenes como adictas cámaras del momento anterior. Sus mágicas mentes ajustan con firmeza y agilidad. Pero no son capaces de regresar a situaciones que para ellos no han sido naturales antes. Ellos marcan los pasos de lo que seremos. Algo les va a quedar de este tiempo, como difusos recuerdos de tempranas y dudosas situaciones.
El vuelo en derredor de la manzana frente a casa, las organizaba en unas cuantas bandadas que pugnaban aparecer las primeras marcando el sinuoso camino de sus voces. Como carreras de fórmula animal, las alas triangulares en aerodinámicas fulgurantes las envolvía en subyugantes paralelismos. Sus agiles y vistosos adelantamientos eran fluidos quites en trayectorias de aéreos recovecos. En los comienzos de las mañanas y en los atardeceres, son las dueñas del espacio urbano. Sus nidos de cada año, se restauran a sorbo de lodos que los harán más acogedores. La arquitectura animal, se ha depurado para acomodarse a las esencias vitales. Siempre se regresa a lo que fue seguro y mejor para la crianza.
Sentir otra vez que no se para el mundo, ni siquiera para los que lo nos bombardean con fétidos olores, nos hace apreciar que la naturaleza de ser y estar se renueva año tras año. Las estaciones son una sucesión de estilos que, siempre este danzante mundo nos brinda para que los tiempos se ajusten a la ceremonia de vivir. Esas cíclicas y pequeñas diferencias de gradientes, suponen en nosotros una breve alteración que solo corregimos con indumentaria apropiada. El cuerpo sigue siendo el mismo.
Aquellas oscuras golondrinas de Gustavo Adolfo, que vuelven a nuestros balcones como imposibles amores y desencantos, debemos convertirlas en fuertes esperanzas de vida. Principalmente para que los niños encuentren que viven en un mundo sencillo, real, seguro, que gira en cada vuelta a sí mismo y al sol, para hacernos felices, aéreos, luminosos y suficientes. Como ellas. Cuidaos.
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