José María Esteban
Volver a empezar
Sabemos que no hay mal que cien años dure, pero este está durando demasiado en su escala

En estos últimos días de apertura, nos mostramos en nuestra ciudad como paseantes algo siniestros . Muchos enmascarados, unos por temor, otros por convencimiento y otros pocos con la valentía que les ofrece su juventud o su inconsciencia.
Paseamos todas las tardes desde la ... primera apertura y Cádiz , como suponemos cualquier otra ciudad, se muestra extraña, lejana, ausente en sus ruidos y ritmos urbanos. Una ciudad apagada pero con deseos de resurgir en sus ritmos vitales a borbotones. Hay una cierta inquietud corporal al cruzarse, una actitud de desconfianza que duele en el paso, y que nos distancia, a veces creo que sin necesidad, sumergida en la duda de no saber toda la verdad sobre lo que nos ataca.
Las calles no están ni más limpias ni más sucias. Se notan las huellas de las barrederas diurnas que dejan sobre el adoquinado las huellas de sus escobillas. Un poco más apretadas ahora, en redecillas dibujadas de limpieza, que no se han visto antes. Estas huellas no son humanas, ni siquiera los saludos alejados en las paradas, sin expresarnos como somos. Alegrías someras al reconocernos por encima de los trapitos faciales, cuando por el pelo o los ojos alguien nos suena y nos contesta a la misma pregunta, siempre la misma pregunta. Y siempre las mismas contestaciones. Algo tremendamente distinto nos rodea sin explicación.
El paseo se hace nuevo. Los andares, hasta más lentos y silenciosos. Un nuevo cuerpo que estrena andares por los antiguos vericuetos. No sabes si tomar las vías principales, llenas de personas con el rostro a medio tapar, para evitar el contagio, o contagiar, que es donde no solemos ponernos, porque no sabemos todavía quién es portador y quien viajero de la condena. Un paseo precioso por sus contornos, pero muy distinto por sus respiraciones y ecos amortiguados por telas que nos traducen por medio, evitando la sonrisa y secuestrando nuestra mueca cariñosa, cómplice y sensible.
Sí, los números ya van a mejor, tenemos todos menos angustia, aunque no vislumbramos un horizonte claro de volver a querernos como antes. Sería muy importante que alguien hablara claro y nos dijera cuando ya dejaremos de preocuparnos y alejarnos del «monotema» y aspiremos a impulsar todo lo que deseamos que vuelva a ser como antes.
Tanto tiempo costó crear ese tipo de relaciones y contactos que nos hizo ciudadanos amables y acogedores, que no es posible pensar que algún día todo será casi como antes. Porque debe ser así y no podemos desistir de que lo sea. La ciudad debe acogernos con el cariño que desde siglos ha ido amamantando y formando ciudadanía.
Cuando salimos, las rutas ya se hacen repetitivas. No nos paramos tanto y no encontramos a los que queremos encontrar. La elección de los itinerarios se hace a veces por donde menos afluencia hay, sigue ese resquemor. Y debemos desterrarlo. Sabemos que no hay mal que cien años dure, pero este está durando demasiado en su escala. Necesitamos expandir nuestros espíritus y volver a empezar, para regresar a lo que fue. Salud.