José María Esteban
El último paga todo
La pandemia ha supuesto un urgente y obligado gasto para restañar las grietas que el sistema ofrecía a los protocolos y prevenciones

La playa estaba a veces llena a veces vacía. Los paseos se hacían suaves y atemporales, como si el liviano peso de solo el propio cuerpo nos tuviera de toda la vida acostumbrados a ir. Las miradas no importaban. La autorización había venido para hacer ... que las vergüenzas de cada cual se dejaran en los armarios de la insensata madurez ideológica. Algunas miradas de los más jóvenes, algo contradictorias y sorprendidas, suponían pequeñas preocupaciones, pero es que la autorización con el tiempo se adueña de los nuevos modos y hacen su uso normal.
Seguimos comprobando cómo estos inquietos y poco ilusionantes tiempos de las crisis, se solucionan a base de darle a la manivela del tesoro. Parece como si no hubiera límite en la acuñación y generación de una constante y creciente inflación de nunca acabar. Todas las crisis suelen superarse con las mismas vestimentas de lujosos tejidos de billetería y brillantes monedas.
La crisis del 2008, supuso una historia en el vacío que permitió pagar los grandes agujeros de materia prima monetaria, con esplendidos préstamos a fondo perdido. Justificados, según ellos, para evitar las quiebras bancarias y perder lo depositado. Enormes cantidades de las que los postulantes civiles nunca hemos tenido suficientes explicaciones. Todo se pagó a base de impuestos y dineros de Europa, que evidentemente también surgen de nuestros bolsillos.
La pandemia ha supuesto un urgente y obligado gasto para restañar las grietas que el sistema ofrecía a los protocolos y prevenciones. La sanidad no estaba preparada para asumir, además, tan gran ataque. Se dispusieron enormes cantidades del peculio común, que han ido, necesaria y justamente paliando los grandes dramas de dichas carencias y soportando los vaivenes del dichoso virus. Esas cantidades salieron del estado, que no es, ni más ni menos, que nosotros mismos.
La actual y más reciente crisis, la guerra de Ucrania, ha obligado a disponer de ajustes económicos para ayudar y evitar que las contaminaciones mundiales se adueñen de nuestros equilibrios y mantengamos un estatus quo, cuanto menos difícil y desestabilizado. La acción de contagio debido al cosido mundial por la feroz violación de un país soberano, ha supuesto un complejo sistema de resonancias económicas en muchos sectores, por la subida de combustible y de todas las materias primas.
Nunca hemos sido más claros testigos de cómo esa secuencia de crisis, muy sucesivas todas, son seguidas de despiadados crecimientos de los costes, a los que tiene que satisfacer en ultimo termino, quien trata de sobrevivir, pase lo que pase. Todas las crisis tienen una repercusión económica tan importante en esta globalidad, que la traslada al inmediatamente al ciudadano una detrás de otra, como resortes automáticos. Finalmente desembocan en el pago por el poblador común en subidas de impuestos y precios. Siempre con la incapacidad de negación, ya que así hemos planteado las reglas del juego. No es posible detener esas olas en efecto Huygens (efectos ondas en el agua), que harán que los niveles suban y suban sin remisión y se satisfagan exclusivamente con nuestros salarios y pensiones, cada vez menos actualizadas.
Por eso no es extraño que ya se pueda ir libremente por las playas desnudos, y no solo por Cádiz, como comentaba al principio. Ya lo haremos hasta por la ciudad con tanto despelleje, aunque la vergüenza se pierda. Tendremos que decir que el último es quien lleva las entradas y paga todo, para evitar que nos cacheen, incluso desnudos, antes de entrar en el menoscabo continuo de esta fabulosa y lamentable película. Cuidaos.