José María Esteban
Un toque de queda de todos contra todos
Un toque de queda pacífico que debe obligarnos por responsabilidad social, a mantenernos en la mejor distancia saludable de los demás
No es posible redactar un artículo hoy sobre otro tema que no sea reflexionar sobre la cuestión de monocultivo informativo o comentario público y privado de lo que está sucediendo, en estos días de encierro necesario .
En estos últimos decenios, no se recuerda, ... que yo sepa, ninguna situación de emergencia que nos haya obligado a estar en nuestras casas tanto tiempo. La crisis de un bichito muy dañino, nos va a recluir obligatoriamente por orden gubernamental en nuestros domicilios, al menos dos semanas para evitar daños mayores. Un toque de queda pacífico que debe obligarnos por responsabilidad social, a mantenernos en la mejor distancia saludable de los demás que es quedarnos en nuestras casas y recuperar nuestras azoteas al aire libre.
Asumiendo que relacionarnos con otras personas puede infectarnos con el dichoso virus y eso nos obliga al confinamiento, nos debe hacer pensar con calma en los efectos de esta nueva era. De pronto, como si de un tsunami mundial se tratara, todos a casita ya que la defensa propia se convierte en colocar distancia con nuestros congéneres, incluso los más queridos. Esta renuncia sin paliativos es la mejor forma de evitar el concéntrico y desordenado contagio de la enfermedad para pararla cuanto antes. Creo que todo estamos de acuerdo, y no hay nada que reprochar en esta decisión.
Situarnos en una nueva sensación sin las rutinas diarias, o los desarrollos de esta sociedad de vivencias de la calle, al menos por estas latitudes, conviene sufrirlas para saber valorarlas. Ante una pérdida damos la auténtica dimensión de lo que se ha tenido.
Mucho se ha comentado y se comentará sobre el asunto, pero la verdad es que estamos en un denso y encrespado mar de informaciones y noticias inciertas, interesadas y con recelos de todo tipo, ya lo comenté en el artículo anterior.
A mí se me ocurre en primer lugar, que tenemos que extraer como corolario, no como coronario, la necesidad de unir fuerzas mundiales para poder disponer de las armas suficientes y evitar una próxima pandemia. Hemos regresionado casi más de diez siglos atrás, en el nacimiento de las naciones y amurallamos de nuevo nuestros territorios. Esta vez con muros en forma de alarma para no poder relacionarnos ni desplazarnos. Se hace necesario establecer potentes líneas de investigación conjuntas para generar vacunas e instrumentos de defensas más eficaces e inmediatas. La crisis y sus graves pérdidas económicas, debieran haberse evitado con la consecución de una defensa corporal más eficaz y rápida. Solo con el 0,01 % de lo perdido, o muchísimo menos, ya los laboratorios mundiales debieran haber dado con el antídoto necesario. Alguien, aviesamente, sigue aprovechando el río revuelto.
Por otro lado, valoremos lo inestable de un mundo del siglo XXI, cuyos principios de fortaleza y solidez, se han desmoronado por un germen patógeno ínfimo en tamaño y con un potencial de destrucción, que aun a tres meses de su inicio, no sabemos medir ni parar.
La responsabilidad de nuestros líderes en su gestión, nos tiene atados a sus decisiones y por lo tanto a los eficaces tiempos de respuesta. Pidamos donde sea que creamos, que esta ola de destrucción masiva pase cuanto antes. Que no se equivoquen en sus intervenciones y estemos más preparados para la próxima amenaza. Esto que sucede, nos debe obligar a estar mundialmente más unidos, más justamente repartidos y con muchos menos límites de separación. No olvidemos también que los que menos tienen y más lo necesitan, no conocen de toques de queda infinitos, ni fronteras cerradas. Salud más que nunca, que esto pasará.
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