José María Esteban

Tiempos de respeto

Hoy ya Miércoles Santo, estamos en una semana donde los creyentes podemos encontrarnos con aquello que sentimos como propio

José María Esteban

Al pasar con su cochecito, no solo no pidió hacerlo por favor, sino que empujó y hasta exigió de mala forma que era su derecho poder acceder a un cruce de calles. En ese mismo momento, el palio de la Bella Lola de Cádiz, se ... colgaba encima de los ciudadanos que esperaban hacía tiempo en lugares estratégicos. No era ni la actitud ni la oportunidad para pasar, pero no hubo paciencia. Los gritos sonaron y la falta de respeto chirriaba como si de un incidente violento se tratara. Al lado, un vidrio de un desvencijado balcón cayó a la calle desde una primera planta, con el buen tino de no dar a nadie, asustando de nuevo a toda la reunión que allí se congregaba. Era el viernes de Dolores, no hubo daños y el cruce estaba a tope.

Hay artículos que invitan a la confrontación. Confunden lo que son las propias ideas con un dechado de iniquidades para un buen clima entre de todos. Los tiempos de crisis traen mal talante, incluso para buscar la mínima oportunidad y echarse uno encima del otro. Es verdad que los cierres traen inquietudes, ganas de expansión y el control va gravemente faltando en muchos aspectos de nuestra renovada convivencia.

Ese francotirador en su artículo necesitaría saber que nos parece muy bien lo que el piense, pero que no por ello debe faltar al respeto de las ideas de los demás, por mucha libertad de expresión que se tenga. Para eso están las tertulias y reuniones de amigos cómplices de íntimos desahogos y reírse entre ellos mismos sin molestarse. Cuando se utilizan los medios para hacer legibles las intolerancias, debemos tener cuidado porque muchos copian lo que les es imposible conseguir en sus anonimatos y les bulle la peste por la boca. Es más, esos secretos en las redes sociales hacen un daño que amparados en quienes los publican en sus blogs, los hacen más culpables hasta penalmente.

Hoy ya Miércoles Santo, estamos en una semana donde los creyentes podemos encontrarnos con aquello que sentimos como propio. No por ello obligamos a nadie a rezar, ni mucho menos a emocionarse siquiera con las estéticas nativas que disfrutamos. No hagamos dirigismo ideológico en lo que nos importa, como si fuera lo único. Busquemos los buenos royos y entreguémonos, los que queramos, a un sencillo y acompasado ritmo de tradiciones en las que nos hemos criado desde niños. Cada cual se apunte al acento social que le apetezca para ser feliz, compartiendo o no esos gustos y aventuras.

Hay que apelar, y ese es el sentido del recuerdo de aquella Pasión de estas religiones que nos fueron dadas, a la sencilla reflexión de disculpas y perdones, tan necesarios para que los semblantes se vayan relajando algo más. Hace unos años que perdimos lo que muchas veces nos hizo felices, no por ello vamos a obligar a los que quieran irse a la playa a sumarse con nosotros en apretadas calles. Y la semana apunta a mucho mejor a partir de hoy.

Propiciemos los mejores modales y las mejores actitudes para convivir. Olvidemos aquellas situaciones que no debemos heredar, y que ya se alejan casi un siglo. Dejémonos pasar sin brusquedad y seamos educados en el breve por favor y las sencillas gracias, que abren todos los portales. Démonos siempre el compás de los veinte segundos de aguante, antes de saltar o escribir cualquier airado conato. Los tiempos de respeto marcan el mejor destino de las sociedades. ¿O no nos enteramos de lo que pasa cerca del Mar Negro, por un personal, insufrible y trasnochado nacionalismo, tan criminalmente dañino? Ah y cuidaros con mascarillas, que sigue el bicho de la segunda crisis.

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