José María Esteban
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La historia de la vida sigue siendo que los fuertes se aprovechen de los necesitados
Aquí sabemos lo que es navegar. Incluso cuando el viento cambiante y caprichoso toma fuerza y nuevos rumbos sin avisarte. Recuerdo cuando salíamos en Conil a pescar con los avezados hombres y mujeres de la mar al lejano ‘Vapor’. De madrugada, sin luz, con frío ... hasta en verano a por los trasmallos de salmonetes y palangres de pargos, cazones, y cañabotas. Nos embarcábamos en aquellas cascarillas de madera de ruidosos motores de gasoil. Las recias caras agrietadas por el continuo frunce de mirada al sol y a la sal, que corroen hasta la dermis, no aparentaban el más mínimo miedo. La cofradía siempre iba por dentro.
En aquellas singladuras, cuando el viento rolaba, no había momento para pensar, se recogía lo inmediato y vuelta al siempre aterrado embarcadero playero de la Fontanilla, ya que no había puerto. Tanto el levante racheado como el sur ventoso, siempre húmedo, nos amenazaban con no tener un buen día de pesca. Esos días quien podría pescar era la mar. Sin embargo, estos malos días no mermaban el ánimo y la capacidad de entusiasmo de las familias de la mar. Volverían a buscar el sustento diario, a pesar de lo ínfimo del precio de las ventas en la lonja mergabelense. Los intermediarios se llevaban en tierra, lo mejor del trabajo.
Me recuerdan aquellos tiempos a los actuales, donde las comercializadoras de las esperanzas en forma de jeringuillas y tubitos de tapón azul, rojo o verde, se parapetan en el negocio y no respetan que no todo vale en época de duros vientos. Lo esperábamos así, ya que el dinero sigue sin corazón. Esperanzados que con la guerra del microbio habría más sensibilidad y no se convertiría en un mercado persa, la imprescindible mercancía de salud y futuro se convierte en subasta. Las ventas de las vacunas , nos han demostrado de nuevo lo que somos.
Recordamos pensadores como Somerset Maughan, en su obra ‘Of human Bondage’ sobre la servidumbre y bondades humanas, que se llevó al cine en 1934. En esta obra se relata perfectamente como las decisiones, se toman por el implacable aprovechamiento de unos pocos egoístas sobre situaciones de lastima y debilidad de los demás. La historia de la vida sigue siendo que los fuertes se aprovechen de los necesitados.
La comisaria Úrsula Von der Leyen, es una persona a quien motiva y lo ha demostrado, lo mejor por todos en su denodado y constante esfuerzo por Europa. Nos tememos que su lucha contra los negociantes de oportunidades no salga a la primera. Debe buscar el punto de equilibrio con las mismas armas. Aplicar aquello de quien paga manda, aunque difícil lo tiene. Los negocios están enlazados y las materias primas son un bien que se pueden controlar para los productos farmacéuticos. Von der Leyen, en cuyas manos tenemos las compras de nuestro saludable futuro, debe acertar en el apriete a los mezquinos. No se les olvide a los mercaderes de salud, que después, cuando el mercado este calmado, se pueden vigilar más las patentes y otros comercios o subir impuestos sobre las plusvalías generadas.
En fin, esperemos que estas batallas de guerra sin cañones, pero con muchos muertos y millones de heridos, nos traiga un laudo por el bien común. Hay que vacunar cuanto antes a todos. Es la única solución. Cambiar el mundo cuesta la misma vida. Sigamos aprendiendo algo o estaremos peor que antes de la pandemia. Mientras, sigamos bogando en este proceloso mar de esperanzas. En esto Cataluña vuelve a empezar. Si este año no hay Carnaval ya lo habrá en el siguiente. Llegaremos seguro a buen puerto para coger fuerzas y mejorar los instrumentos para seguir navegando. Salud y prevención, que ya vamos a mejor.