José María Esteban
Saber consensuar
Esta actitud es una forma de entendimiento que nos permite en la vida avanzar con los demás y conseguir felicidad y progreso
Consensuar , según nuestra Real Academia, Real como otras muchas instituciones en este país, significa: «Adoptar una decisión de común acuerdo entre dos o más partes». Este concepto, mejor dicho actitud, es una forma de entendimiento que nos permite en la vida avanzar con ... los demás y conseguir felicidad y progreso.
Cualquier situación vital está sujeta a la convivencia y la toma de decisiones que nos atañe, pero al convivir con otros humanos, siempre, siempre está ligada a la situación y actitud de los demás. Si entendemos que no vivimos en una isla, en la que solo podemos consensuar con la dirección de los viento la barbacoa, nos debemos a convenios sociales que hacen que la búsqueda de la verdad esté ligada a las verdades de nuestros convivientes.
A lo largo de nuestra vida sea familiar, profesional o de cualquier otro tipo de relación, sobrevivir y conseguir la mejor felicidad entre todos está sujeta a la atención de las felicidades de los demás. Siempre he defendido que no existe la verdad absoluta sino una suma de verdades relativas que sumadas y bien equilibradas en común, hacen que nos acerquemos más y mejor a la auténtica dirección.
Decía Anne Hutchinson, una gran luchadora por la tolerancia ya en el S.XVII, que «la mejor acción es la que procura la mayor felicidad al mayor número». Más cercanamente «el objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación» escrito en la Constitución de 1812 en su Artº 13, heredada de los principios de la Revolución Francesa de 1789, que los tomó en parte de la Declaración de Derechos del Estado de Virgina de 1776 en los incipientes Estados Unidos, y asumida en la nuestra vigente de 1978, aunque bastante difusamente escrita, en el concepto del Estado Social.
La ONU en su agenda 2030, con ese pin que suelo usar mucho de 17 quesitos, que muchos confunden con una persona y partido, una de sus tareas transversales es la promoción de políticas públicas que incluyen la importancia del bienestar y la felicidad de la ciudadanía. Es decir esa felicidad de los ciudadanos que se persigue en los conceptos de las grandes reglas del juego, basadas en la necesidad de entendimiento y consenso entre los poderes.
No conozco ningún otro estado, nación o país donde la polaridad de entendimiento este más opuesta que en el nuestro. Esto no es solo ahora con temas como los jueces o cualquier otra toma de decisión sobre los riesgos de la pandemia, sino en cualquier decisión que el poder deba tomar para seguir avanzando. Esta nula actitud para el concierto y el entendimiento hace que seamos un país mucho menos respetado que querido por los demás y con ello más tristes, a pesar de lo que supongamos.
Fuera del cariño que nos puedan tener los demás, lo que evidenciamos es un infantilismo democrático crónico que hoy por hoy nos relega a los últimos puestos del listado de la Unión Europea, o quizás al último. Nuestras peleas de colegio, nos dejan sin la mínima posibilidad de jugar de iguales en su mismo sitio, donde podamos ganar en la búsqueda de verdades parciales un poco más, un poco todos.
España, y con ella sus españolitos, no se merecen este tipo de prepotencias por parte de los que mandan, ni tampoco actitudes de frentismo y extremismos por los que están en la oposición. No es solo cierto que en la mitad del camino nos encontraremos mejor, es que es necesario, urgente y más con la que llueve. Llegar a consensos que nos hagan colocarnos en mejores situación de fuerzas para las discusiones y envites que nos esperan, se hace imprescindible para que el desarrollo y el pastel, no vaya de nuevo a las mismas bocas.
Salud y consenso amigos, porque no vale la pena quedarse solo, si no se tiene toda la razón. Cuidarse, como decimos por aquí.