José María Esteban - OPINIÓN
¿Quién paga la cuenta?
«Europa seguía en medio, enredada en las pequeñas batallitas entre sus reinos del norte y del sur»
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La solución propuesta no contentó a nadie. Se sabía quién había soltado la fiera y en que establo se la parió, para ser solo eso, un espécimen de estudio en probeta. Incluso se supo quienes habían tenido la mala suerte de llevarlos cabalgando sin querer, ... en los frunces de sus batas, tan chiquitito era sus cuerpos y tan ávidos de saltar de unos a otros.
Los ejes demandaron a China las correspondientes responsabilidades del daño que había causado la pandemia en el mundo. Sí, porque era evidente donde se había producido el origen de la infección. No fue fácil elegir ni acusadores, ni defensores, y mucho menos el jurado que debería juzgar en el mini 'Núremberg' lo causado al planeta, esta vez a todos. Los habitantes del eje asiático, quizás por vecindad, quizás por intereses comunes y proximidad se colocaron más cercanos al acusado. América, muy dañada en caídos y en economía, era la gran beligerante a la hora de pedir compensaciones. El caso daba al populismo las mejores bazas para continuar en el poder. Europa seguía en medio, enredada en las pequeñas batallitas entre sus reinos del norte y del sur. Seguían en la regresión al medievo y solo pedían no perder lo poquito que exportaban.
Duraron mucho las sesiones. Muy largas, ya que ni el acusado admitía que fuera responsable de las contaminaciones y todos sus efectos, ni que su economía debiera pagar los menoscabos de la gran epidemia global. En ello le iba la vida, y lo que había conseguido en el último decalustro: ser la dueña de la producción mundial.
Los habitantes del mundo, muy afectados por las muertes, las infecciones, y por las enormes descargas eléctricas que supusieron aquellos años de paro y una nueva perdida de sus mínimas subsistencias, pedían a gritos justicia. Después de una época anterior de enorme crisis con el engaño de los dineros virtuales, ya estaban hartos de pagar siempre la factura. Esta vez se situaban como acusación particular, pero sabían de su débil alegato que poca influencia les permitía, frente al equilibrio poderoso de los capitales. Los virus dejaron de ser los protagonistas.
Habían cambiado muchas reglas. Los desequilibrios entre el mundo musulmán y los otros mundos dominantes de la mirada inmediata, habían debilitado los presupuestos, pero no sus juegos de batallitas mundiales, entre yemenes, sudaméricas, paquistanes y media Africa, donde la lección de la pandemia no sirvió para nada. El cambio climático casi se olvida. El combustible fósil seguía siendo la moneda.
Fue una época de grandes esperanzas y grandes desvelos ansiados como un bálsamo imposible. No pudimos volver a la normalidad que se había conseguido en el paso de la década del 10 al 20. Estábamos muy avanzados en la segunda década del XXI y seguía el juicio en una secuencia tremendamente lenta. Los cambios del jurado mundial y las personas que lo componían, era una cadena de sustituciones por incompatibilidades, intereses o falta de objetividad, que hacía imposible una sentencia con condena o reparación justa.
Las propuestas de los abogados defensores estaban dirigidas, por mas fáciles, a las posibles compensaciones económicas, dado que el inculpado ofertaba solamente producir más y a mejor precio para el resto del mundo. Los acusadores, pedían no solo abaratar los productos para indemnizar con sus ahorros, sino una sanción ejemplarizante que hiciera repensar la manera de investigar o la inseguridad evidenciada en la búsqueda de virus tan potentes.
Entonces me desperté. En el resabio del sueño, apenas creí recordar que el laudo entre todos en el juicio, vino por aquello de mantener la paz mundial y no llegar a una nueva guerra de armas. Me desperté y no entendí nada de lo que había pasado, ni a favor de unos ni en contra de otros. Los mundos seguían descompensados, mal preparados e insolidarios y nadie admitió la más mínima culpa. Salud.