José María Esteban
Puertas abiertas
Como adictos paseantes del mundo, nunca hemos tenido problemas para entrar en los templos de otros ideales
Las puertas de los cielos siempre deben encontrarse abiertas a cualquiera que desee transitarlas. Según los idílicos evangelios de todas las religiones, son el umbral para acudir a los perdones y mejores consensos en el paso vital del olvido o la vida eterna. Una religión ... como la de Cristo, como casi todas, creada para responder a nuestras preguntas imposibles, se hace más o menos entendible en nuestra cultura. Posiblemente la verdad, como ya he dicho en otras situaciones, se encuentre un poco en todas las religiones, que solo tratan de acomodar nuestra inquietud mortal a una transcendencia imposible de explicar.
Lo mejor que se reconoce en el cristianismo son conceptos de noble justicia compartida y espíritu de solidaridad, por encima de las posesiones u otros vínculos terrenos. Lo católico, en mi opinión, es otra cosa. Edificado para la seguridad de pocos y muchos, sostiene las ideas más brillantes y nobles del propio líder traducidas por los hombres, pero condicionan en parte a sus seguidores. Por eso, aplaudo que se mantengan abiertas las puertas de los templos católicos de nuestra diócesis. Así se convertirán también en museos de la vida religiosa, hasta para los que no saben que es el Catecismo, o no han oído nunca que María fue la Madre de Cristo, que debería explicarse bien en el folleto turístico. Me parece una idea novedosa, elegante, productiva y muy necesaria.
Como adictos paseantes del mundo, nunca hemos tenido problemas para entrar en los templos de otros ideales. Siempre encontramos la forma de disfrutar, con respeto, de su patrimonio y saborear los giros dialecticos de sus deliciosas esculturas y arquitecturas aplicadas a las ceremonias. Desde los recios ortodoxos georgianos, griegos o ucranios; los musicales evangélicos armenios; los suaves coptos africanos; los luteranos y anglicanos; hasta los maravillosos mundos islámicos; los idílicos, imaginativos y subyugantes hinduistas; ascéticos tibetanos, sintoístas o budistas, todos sus sitios de culto están involucrados de historias. Todas, muy importantes, ofrecen un disfrute necesario para el conocimiento y la capacidad de entendimiento y acercamiento. Aunque las religiones han sido la causa de grandes desastres, cuando se convierte en fanatismos excluyentes.
En nuestros últimos acercamientos a Roma, hemos comprobado como los cierres ya no están asociados a los tiempos cultuales. Son ahora una grata apertura para todos en amplios horarios. Se brindan, no solo a intimas oraciones, sino también a disfrute visual y recuerdos, que nos explican y nos comprometen en el conocimiento del sitio. Casi todas sus maravillosas iglesias, están abiertas en horarios de visitas cercanos a las posibilidades de los visitantes. Habrá por supuesto vigilancia y cámaras ocultas, porque siempre hay quien la quiere liar, pero se crean puestos de trabajo por la dedicación asociada o el cariño al templo.
Que en nuestra diócesis se hable de abrir más los templos, es una magnífica noticia, para su consiguiente conocimiento, mantenimiento, restauración y divulgación, con sencillos cepillos que orienten las almas al culto o a la experiencia artística. Siempre hemos dicho que todo lo que esté abierto, bien gratuitamente o como mucho por una módica entrada, que no rechace entrar, debe ser una vía a la sostenibilidad sobre lo mejor. Saber diferenciar la devoción del disfrute patrimonial de la mayor oferta privada de la tierra, nos hará conscientes de que las realidades son las mismas. Que solo nos separan mezquinos egoísmos humanos, de mínima consistencia. Cuidaos.
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