José María Esteban
La prueba de la madurez
En estos tiempos que corren, la búsqueda de la madurez, al menos en las decisiones que se toman en lo prioritario, por ejemplo la pandemia, es un camino tortuoso, endeble y contradictorio
La carrera de la vida se nos aplica en la búsqueda de la mejor madurez. Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la palabra madurez tiene varias acepciones: una: sazón de los frutos; otra: buen juicio, prudencia, sensatez; y finalmente: edad ... de la persona que ha alcanzado su plenitud vital y aún no ha llegado a la vejez. En estos tiempos que corren, la búsqueda de la madurez, al menos en las decisiones que se toman en lo prioritario, por ejemplo la pandemia, es un camino tortuoso, endeble y contradictorio.
Saber dónde se está con lo que se sabe, necesita un ejercicio de aquella que no ejercitamos corrientemente. Estamos al albur de interesadas opiniones o comercios que nos hacen responder en resonancia a otros tipos de valores. Las vacunas, como no, han entrado en ese baile de historias que nadie controla ni tamiza con el clásico sentido común.
Criticables actitudes, como la reciente de mandatarios descendientes de los otomanos, todo un imperio de guerras, pero también de cultura y de bellos adelantos artísticos, que llegó hasta la India, no son sino actitudes que corresponden a personas con muy poca madurez. Nosotros tampoco no hemos sabido relacionarnos bien con un mundo que es la rodilla entre el islam y el mundo occidental, víctima de sus propias contradicciones, pero clave en el entendimiento de ambos mundos. La falta de sensus o «seny», que diría un catalán, está en todos lados.
Menos aún entendemos lo que cada día dicen algo sobre vacunas, confinamientos o actuaciones de la población. Se contradicen o se modifican con mayor asiduidad que un pensamiento bipolar. Esperemos que un poco de solvencia y madurez les sobrecoja y nos transmitan esa seguridad que hará que todos obedezcamos con mayor calma y sentido. Es tanto el tiempo que llevamos con estas circunstancias, que la prudencia se escapa entre las noticias y la falta de seguridad nos libera inconscientemente. Necesitamos menos información y más madurez.
Esta breve y apretada era, si en algo va a quedar para los estudiosos de las causas y sus consecuencias es que siempre las verdades están por delante de las actuaciones o comprensión del ciudadano. Siempre ha sido así, pero ahora más acusada y apretadamente en el tiempo. En este crudo mundo de cruces e intereses económicos, la salud se ha convertido otra vez en un mercado turco o persa, como más les guste.
Todos debemos manifestar esa prudencia necesaria, admitiendo que es algo confuso y difícil de escrutar, ya que lo que nos sucede es propio de mundos cada vez más complejos. No solo en biologías emergentes, sino de sempiternos valores que se apoderan en un mundo global. Si yo tuviera que sugerir actitudes en estos tiempos, aparte de las claras esperanzas en las lentas vacunaciones, serían digerir sin prisas ni aspavientos esa sinfonía de malentendidos y contradicciones. Admitir que es algo consustancial con nuestro espíritu de evolución humana.
Decía Homero, el de la Ilíada, que: «Entre todas las criaturas que se arrastran y respiran sobre la tierra, no hay ninguna más desdichada que el hombre». Este concepto, un poco arcaico, pero muy sensato sobre nuestro racional y sensitivo deambular por la vida, es parte de nuestra naturaleza y por lo tanto de nuestro esfuerzo vital. Seamos cautos, esperanzados y mantengamos nuestra mejor prueba de madurez uno a uno, por encima de la peor de otros. Cribemos con serenidad las ondas de información que recibimos, ya que el tiempo será quien inexorablemente nos vaya sanando. Cuando nos llegue el día y hora de la vacuna, será otro momento de picadura feliz que nos haga más seguros y nos convierta en frutos maduros vitales, para superar esta maldita época. Cuidaros y sigamos pensando que, a pesar de todo, vamos incomparablemente a mejor.
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