José María Esteban

Un nuevo bienestar

No es tanto volver a lo mismo cuanto adecuarnos a los nuevos ritmos

Todo gira alrededor de recobrar lo que entendimos antes por normalidad, pero lo que subyace bajo esos deseos es conseguir el mismo bienestar al que estábamos acostumbrados antes de la rara visita. Como una extrema necesidad todos nos afanamos en recobrar los sitios y ... lugares más sólidos y seguros para intentar refugiar nuestro deseos íntimos de confort. No es tanto volver a lo mismo cuanto adecuarnos a los nuevos ritmos.

De nuevo esta ola , esta inquietante segunda ola, nos sitúa en una realidad dura y contundente sobre lo difícil que se va a hacer desplazar la insistente pegajosidad del bicho. Por más que nos pongamos mascarillas , será poco menos que imposible que todos sean cuidadosos con el trato y las cercanías. Si a ello unes esos profundos deseos de libertad compartida, todo se hace más cuesta arriba.

Hay que pensar que las escapadas serán más cortas y más cercanas, y aún así, la próxima realidad nos situará en espacios donde los recientes requerimientos de higiene exigirán una obediencia casi religiosa. Sí, podemos salir, pero con mucho cuidado a lugares cercanos y viajar, creo que es necesario para la salud mental de todos y de la economía. Lo que no podemos pensar es que todo vale y que hay ciertos enclaves donde los contagios nos harán renunciar a muchos deseos de disfrute.

Además de recientes congresos del bienestar, con mejor organización que claros mensajes, en nuestra provincia, como en todas, hay mil sitios dentro de los límites geográficos que vale la pena recorrer. De hecho están muy preparados para recibirnos y tratarnos con exquisitos gestos sanitarios y hosteleros. Todos los pueblos de nuestra sierra, de nuestra costa, de nuestra campiña, de nuestras gargantas y ríos, son un auténtico rosario de lujo para escapar. Aunque sean dos o tres días y encontrar eso que llamamos felicidad, que es un ratito de verdad compartida, siempre detrás de molestas pero obligadas mascarillas.

Animamos a salir con toda la precaución del mundo. No ir a esas ciudades que se nos muestran poco seguras o con controles que se distorsionan entre el poder y la necesidad. Debemos ir a parajes donde sabemos que por poca acumulación y un ambiente muy hermoso, circular en busca del nuevo bienestar, se nos brinda cómodo y asequible. Una de las escalas que se van a modificar a su favor es la local . De hecho se está recobrando como el resultado de la imposibilidad de control en las grandes urbes donde el contagio es inherente. No digo nada nuevo. Tampoco es nuevo el desastre de entendimiento entre los que mandan.

Acabamos de venir, por ejemplo, de un paraíso terrenal pequeñito como Zahara de la Sierra . Una población generosa en paisajes y grandes monumentos visuales. Una villa antigua medieval que va saliendo de su aterrado pasado. Allí pararse en una mesa de sus plazas o miradores y reflexionar sobre este mundo de cortapisas y bocados en nuestras fisonomías, se hacen más placenteros y pasajeros. Esos espacios deben servir para pausar las rutinas y el móvil y compartir adecuadamente nuestras ideas sobre los nuevos cambios por hacer desde lo individual a lo colectivo.

Esta ola viene más fuerte, quizás porque de nuevo, y lo hemos repetido hasta la saciedad, nos faltan recursos personales y estructurales, además de una ínfima capacidad de sacrificio social para evitar maneras no correspondientes. Hay que seguir conviviendo casi sin convivencia o generar usos saludables, pero no por eso, mientras esto dure, debemos renunciar a todo.

El nuevo bienestar nos situara, mientras el bicho no se vaya por cansancio, en una transición especial y sujeta a retenciones vitales, para que recobremos las formas naturales cuanto antes, que por supuesto nunca será las mismas. Mientras, tratemos de disfrutar de la mejor manera y con la máxima precaución. Salud, antifaces y sonrisas con guiños de ojos.

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