José María Esteban
Una Navidad como las demás
La etapa que viene, apetitosa, será una nueva prueba para situarnos como seres preparados para la inminente vacuna, y no para seguir contagiando como locos
Tantas veces va el cantarillo a la fuente… que al final se rompe. Este dicho, incluido como otros muchos refranes en la enciclopedia del saber hispano como es el Quijote, debe hacernos reflexionar en estas fechas sobre nuestros mejores valores.
Tanto decir que va a ... ser una Navidad diferente , que es posible, que de rebote, estemos predestinados a convertir un sano encuentro con la familia, como fueron en un principio estas fechas, en otro erróneo cotarro de comidas y almuerzos, las más de contagio directo, a las que ya deberíamos ir renunciando un poco. El destino nos llevaba a conmemorar estas fiestas, no con uno ni dos, sino mil y un ágape con el fin de reunirse con quienes estamos viéndonos toda la vida, que fuera de Navidad, hubiera sido más razonable hacerlo. Convertimos un alma tierna y sencilla familiar o amistosa, en un compendio de gastos imposibles nacidos de una forma de entender el consumo y la gastronomía como una carrera de saltos, fechas y obstáculos para el estómago y la cartera.
Ese entendimiento como natural al que habíamos llegado, antes de lo que ahora pasa, con continuas e interminables comidas no iba teniendo fin. Parecíamos anuncios vivientes de comercios y restaurantes. Ocurría entonces que la mitad casi no miraba a la otra mitad, y la exaltación de la amista laboral o la de cualquier pandilla, se manifestaba muchas veces forzada, rematada con una sesión interminable de copas, que acababa en no pocas frustraciones. Realmente a los únicos que satisfacía era a los tímidos y a los bipolares, cuya ocasión de estar y pasar desapercibidos era única.
Cada uno haga lo que desee, faltaría más, pero con mesura. Si en algo esta dura época nos va a resituar y depurar es en la valoración de las auténticas Navidades y los acercamientos más deseados. Debe servir para encontrarnos con nuestras familias directas, y a lo sumo, con unas muy pocas amistades, verdaderamente entrañables y no excusas de copiosas gastronomías simuladas de color y falso brillo. Al menos en este “annus horribilis”
La etapa que viene, apetitosa, será una nueva prueba para situarnos como seres preparados para la inminente vacuna, y no para seguir contagiando como locos a otros muchos locos. Si, que habrá que pedir comidas a domicilio, por supuesto. Por supuesto que habrá que repartir en consumo local los gastos, como ya dijimos. Por supuesto, que habrá que regalarse con cuidado y respeto sin atavismos, ni aspavientos excesivamente consumistas y con la visión en el ahorro futuro por lo que seguro vendrá. El resumen final es que nos debemos centrar en lo esencial, y lo esencial hace años que lo íbamos perdiendo, en manos de propagandas disfrazadas de multinacionales. Este año, quizás no habrá ni Brexit.
Quizás cuando todo esto pase, que pasará, nos vamos a acordar muchas veces de la “obligada” cena o comida familiar del final del 2020, que nos mantuvo y retuvo en casa, solo a sus miembros selectos. Fueren seis o 10, juntos, todo un largo tiempo y posible, recordando que las memorias y el contacto hacen el verdadero cariño. Cuando todo esto pase, que pasará, nos acordaremos de cómo estos tiempos nos han ordenado y priorizado las sensaciones reales y no las ficticias. Se nos olvidará con la alegría de haber perdido la inquietud, cómo hubo que haber atado más inteligentemente a inquietos habitantes de un planeta que da locas vueltas cada día. Un enorme disfraz de oveja sobre el lobo, con menor sentido de lo solidario y la justicia, nos ha ido cercando y comiendo el alma.
Así que a disfrutar, pero con lo esencial. Decía el Principito de Saint-Exupéry sobre su rosa: “Debí haber adivinado su ternura, detrás de sus pobres astucias. Las flores son tan contradictorias. Pero yo era demasiado joven para amarla”. Así que a quedarse en casita celebrando una Navidad que será diferente a las demás. Saldremos lo necesario, porque algo hay que repartir también con los que venden, pero con toda la prudencia del momento. Disfrutando de verdad, con las muñecas de Famosa que nunca, año tras año, faltan ni se rompen. Como el cantarillo que nos recordará que la auténtica sed, se sacia siempre en ese cuenco mágico y querido que nos debe reunir para disfrutar, que es el Hogar. Nuestro Hogar. Mucha salud para seguir viviendo y más que ningún año: FELICES NAVIDADES, con mucha prevención.