José María Esteban
¿Melqart estuvo por aquí?
El trabajo callado y sacrificado que cualquier investigación necesita para atender su mejor resultado, se frustra al querer salir a la palestra con estudios a medio hacer, que se vuelven contra sus propios principios
Cuanto mejor se conoce el mundo en que vivimos, lleno de ilusiones mediáticas y protagonismos pasajeros, mejor se pueden explicar ciertos fenómenos de dudosa veracidad. El trabajo callado y sacrificado que cualquier investigación necesita para atender su mejor resultado, se frustra al querer salir a ... la palestra con estudios a medio hacer, que se vuelven contra sus propios principios. La investigación universitaria, en departamentos competenciales públicos y/o privados, luchan por evitar que la política, ávida de salir en los medios, usurpe el papel y el esfuerzo de los técnicos, al querer sobresalir como los únicos hacedores. También algunos técnicos o estudiosos se dejan seducir por los deslumbrantes focos y sacan noticias, buscando un reconocimiento a sus trabajos, que no logran a otros niveles.
He sido testigo de montajes de pollos mediáticos sobre escogidos hallazgos, conocidos previamente, convirtiéndolos en espectáculos en directo, que dan verdadera grima recordarlos. Alentados por los protagonismos personales, que la historia se encargará de desmontar, nos vimos obligados a retirarnos detrás de las cámaras y sonreír por dentro, por la cutre y vergonzosa puesta en escena ante los medios. Muchas veces somos sometidos a esa presión de los que quieren saber de todo y no saben casi de nada. Pero el ego nos puede más que la realidad de los esfuerzos. Recuerdo como no hace mucho, la restauración de la torre de un castillo en la provincia, realizada por un colega, se convirtió en viral. Esa manera de restaurar y hacer constancia entre lo auténtico y lo divulgativo, ya lo habíamos hecho hace tiempo muchos y en muchas ocasiones, pero calladamente. La media lo situó como un hecho insólito, único y lo elevó a los altares.
Las recientes noticias sobre la desembocadura del Caño de Sancti Petri entre Chiclana y San Fernando, un lugar mágico donde los haya, llenarán páginas en la lucha por ser los primeros. Un hermoso emplazamiento modificado por terremotos, tsunamis y contiendas geográficas y antrópicas. Sitio preferido para situar historias como las del templo de Baal, Melqart y luego Hércules, si es que por aquí anduvo, en el Finisterre mediterráneo. Los intrépidos navegantes dedicaban sus oblaciones en lugares fascinantes, donde el cabotaje se abría a la amplitud del ancho mar Atlántico. Lo testifican no solo los textos de Estrabón, Eratóstenes o Artemidoro, sino ofrendas, exvotos y múltiples restos, que la arena y roquedales en sus remociones han sacado a la luz. El Thoracato, los Resef, el claro Hércules Gaditano (HG), etc. que iluminan nuestro Museo de Cádiz, reducido y pendiente de ampliar, son testigos que evidencian un espacio religioso construido en esa zona. También lo fue el hundido Gadir, debajo del Cómico, en diferentes periodos de abandonos y metros de dunas sobre la ciudad fenicia.
No seré yo quien entre a discutir cual fue el espacio original de dicho oratorio, pero sé que solo los esforzados estudios y conjeturas bien contrastados con campañas arqueológicas, como las hacen nuestros investigadores de la UCA, Ramos, Arévalo, Arcila, Ruiz Mata, Lagostena, Ruiz Gil, Martín, Parodi, Bernal, etc., etc., nos depararán la certeza del establecimiento y constancia constructiva de este oráculo y otros enclaves.
Es imprescindible dedicar más recursos a la investigación en estas zonas, donde yace nuestra mejor historia y ponerla al conocimiento real y disfrute de todos, y menos fogonazos mediáticos de dudosa realidad. Salud y seguimos nadando por procelosos mares de inciertos y voraces peces.