Las mayorías

Nos unimos entusiasmados al rito como miembros de mesas o sacando pelas coordinando escrutinios. Eran días de feliz y paulatino reconocimiento de la representación de unos pocos por mucho

José María Esteban

No suelo ser amigo de escribir sobre política. Está todo muy viciado y condicionado por sus protagonismos y no es mi gusto engordarlos. No obstante, la realidad suele ser más fuerte que los propios principios y ya no se debe ser intransigente en casi nada. ... La vida va por cauces líquidos donde es mejor dejarse impulsar hacia las orillas, que ahogarse en el centro.

Recuerdo con la emoción juvenil de un cuarto de siglo de edad, como los sentimientos algo inconscientes sobre una democracia recién llegada nos llenaban de ilusiones. Momentos a caballo entre la carrera y los anhelos de ser persona madura con sólidos deseos de hacer un país y pensar en el futuro. Las primeras elecciones se cumplimentaron auténticas con votos llevados de mano. Nos unimos entusiasmados al rito como miembros de mesas o sacando pelas coordinando escrutinios. Eran días de feliz y paulatino reconocimiento de la representación de unos pocos por muchos.

Después de una experiencia de casi 47 años de camino democrático, comprobamos cómo el sistema electoral decidido para jugar con estas reglas políticas hace aguas. Nos conduce inevitablemente a resultados partidarios, que siempre están en contra de las expectativas ciudadanas. Los deseos de quienes votan, a pesar de ser representados en las urnas con diferentes matices, son una atomización de resultados difíciles de concretar en realidades soñadas.

Vinieron gobiernos débiles conducidos por otro tipo de intereses, muy distantes de los globales. Ahora se suman los populismos. A pesar de la lógica defensa de sus identidades, las sucesivas exigencias territoriales, trajeron pactos que solo abultaron nuestras deudas. Un reducido puñado de diputados, era más importante que muchos más en los bancos de las Cortes Generales. Aun conociendo que esto sucede y ha generado muchos desgarros y heridas en este país, nadie quiere mejorar el sistema. Los mezquinos intereses prevalecen sobre los mayoritarios de los ciudadanos. La interpretación a posteriori, se separa de los principios de gestión ordenada. Surgen impresentables endogamias y empeños enfrentados, que nada hacen avanzar un país necesitado de agregación para progresar. No sabemos respetarnos ni en las mínimas coincidencias.

Comprobamos cómo, cuando hubo mayorías estables y absolutas, a pesar de correr el riesgo de ser dirigidos democráticamente en únicos criterios, era claramente lo que votaba el mayor número de ciudadanos. Creo que esos resultados hicieron progresar este país hacia metas más saludables, eficaces y respetuosas. Independientemente de las propias ideas, todos las tenemos y nunca se debe decir yo de política no entiendo o yo no soy político, porque eso es una impostura irreal, lo importante era respetar a quien ganaba y cambiar si no se gestionaba bien. La alternancia hacia fuerte a la democracia.

Siempre seré amigo de las mayorías absolutas, que hagan avanzar y responsabilizar claramente en las acciones políticas a quienes las obtienen. Estar como estamos en reducidos cursos de agua, es debilitar el rio de la democracia que se seca cada día en cada elección. Evidentemente cada uno debe ejercer el voto como mejor le parezca, pero hoy por hoy, los pactos no se vinculan honestamente. Trato de decir que, estar gestionados por minorías con programas difusos y arteros, solo ejecutados para obtener más poder después del escrutinio, es lo peor para un país de difícil control como el nuestro, Quizás así, no necesitaríamos de caballitos alados, ni espionajes internos. Cuidaros, hasta de las elecciones.

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