José María Esteban
¿En manos de quién estamos?
Todas las verdades permanecen ocultas, hasta que surgen por arte de magia
Todas las verdades permanecen ocultas, hasta que surgen por arte de magia. No es una frase hecha. Los acontecimientos nos demuestran que lo que escuchamos, nos dicen o escribimos, debe estar sujeto a revisiones y cuanto menos a serenas dudas razonables. La prisa en informar ... o sentenciar, es más rápida que la búsqueda de sus razones.
Estas dudas me surgen por los últimos temas sucedidos, entre otros: la vuelta atrás europea del reconocimiento del acta de Oriol Junqueras; las causas del bombardeo del avión ucraniano en el espacio aéreo en Irán; o la indemnización a la familia de José Couso por su muerte en abril de 2003. Cada suceso es una cadencia de correcciones que sitúan al tiempo, no al hombre, como juez principal. Entendiendo que los procedimientos deben disponer de los compases suficientes para buscar esas verdades, la realidad final es muy distinta e injusta. El juego de medias verdades y taimadas respuestas, sujetas a intereses de todo tipo, se van adueñando del globo como una rapaz a su territorio. Es como si en ello nos fuera la comida diaria, en la que la despensa debe estar más llena que el apetito. Una comparación relativa, ya que casi ninguna otra especie, es capaz de almacenar capturas, si no se consumen en tiempos cortos.
Este género humano que siempre es el motivo de nuestras preocupaciones, además de complejo y complicado se nos hace día a día más avieso y perverso. Los que deciden sobre los asuntos, que son los referentes de nuestros comportamientos, cada día ocupan más espacio-tiempo-imagen y menos dedicación a la búsqueda de los encuentros y las verdades. En ellos nos miramos como espejos de resonancia para orientarnos, y si a ello añadimos la insensibilidad en reglas morales o criterios de respeto, bien en espacios privados o en las gradas, la cosa se complica aún más.
Por supuesto que todo debe tener un tempus y el beneficio de la duda, ya que la verdad no existe, sino su búsqueda. Pero jugar con tiempos cortos o largos para desdecirse en temas de gran afección, daño personal o social, debería tener sus consecuencias directas. ¿Quién va a borrar la íntima cara de alegría de quienes siguen pensando que el juez Europa es más importante que la justicia del propio país? ¿Quién va devolverá la justa medida a las familias de los ocupantes del avión que iba a Kiev, cuya ruta era más que conocida?; ¿Quién reparará la compensación de un periodista que en su trabajo lo dio todo, y eso sí que fue verdad? Entre otros ejemplos.
Nunca conoceremos las verdades en tiempo real, ya que como he dicho no suelen estar. Están en el cosmos donde se sitúan las ideas y los hechos. Nadie, por más tecnología que dispongamos, ha accedido aún a esa nube donde se sujeta la realidad de la vida. Lo que debemos es requerir que nuestros conocimientos y decisiones sean muy ajustados al tiempo de nuestras vivencias. No es cuestión solo de jueces y políticos, se trata de todos con todos. Esta era de la información, que no de la verdad, nos está llevando a emitir juicios demasiado rápidos, cuando no estamos acostumbrados a ello. Y ya va siendo hora que se sentencien con sentido común y sensibilidad, en su justo momento. Salud.