Opinión
Madre natura
«Los arquitectos, algunos se llaman urbanistas, proponemos soluciones arquitectónicas que decimos adaptadas al medio. La evolución nos indica que no suele ser así»
Los seres vivos ocupamos este planeta como propio. Lo habitamos con el deseo de sobrevivir por encima de una consciente realidad sensible, inteligente y racional. El alma de la tierra encierra reglas inexorables: las de su propia creación, que apenas podemos modificar. Desde que el ... mundo es mundo y mucho antes que viniéramos, las leyes del universo son las que mandan . Deberíamos comprender que somos muy pequeños frente a las inercias generadoras de estas galaxias o más cercanamente de estas bolitas alrededor del Sol. Unos inmensos marcos de ordenadas matrices formalizan nuestros modelos territoriales. La evolución dirige nuestros soportes vitales de una forma inmanente e implacable.
Cuando hacemos reflexiones sobre la rapidez del cambio climático, que sin duda está ocurriendo , habría que aplicar cierta racionalidad. No sabemos a ciencia cierta si es debido en gran manera a la mano del ser más depredador de la tierra, como es el hombre, o es consecuencia de los ciclos vitales, sus tormentas solares, la gravedad y sobre todo un continuo existir yendo donde tiene que ir. En mi humilde opinión, y siendo más modesto que la ciencia adquirida, somos pasto de incendios y enfriamientos que surgen de forma espontánea, pero temporal. En asiduas situaciones, es verdad, motivado por nosotros. Schopenhauer, llego a decir: «Para millones y millones de seres humanos el verdadero infierno es la tierra».
Experiencias significativas están sujetas a ritmos de cadencia que se dan invariablemente, pero son poco adivinables. En nuestro entorno se dice que de los datos conocidos vendrá un tsunami cada 150 años. El último muy destructivo fue en 1755, o sea hace 266 años. Nos sensibilizamos sobre lo que pueda ocurrir, pero nadie sabe absolutamente nunca cuándo podrá venir otro tan dañino. Lo mismo ocurre con los temblores y las respiraciones de la propia tierra en forma de exhalaciones rojas de liquida lava incandescente, como ocurre en La Palma. Mamá Naturaleza no avisa, pero alerta un poco, ya que ella es la poseedora de las verdades.
Los arquitectos, algunos se llaman urbanistas, proponemos soluciones arquitectónicas que decimos adaptadas al medio. La evolución nos indica que no suele ser así. Pensamos mucho en los diseños territoriales, pero nos sobrepasan las reglas de la oferta y la demanda. No suelen guiarnos la defensa y protección medioambiental, ni ser sensibles con los pasos de la naturaleza. Lo que ocurre con las grandes lluvias, que avasalladoramente corren por cauces, calles y plazas que no deben ocuparse, porque antes era desaguaderos naturales, es previsible. La población que vive al amparo de solares baratos e ilegales lo son porque son peligrosos e inundables, como las laderas o terrenos correderos. Son zonas exclusivas de Madre Natura. Muchos ejemplos podemos traer aquí sobre urbanismos condescendientes y mal situados, guiados injustamente por la mano de la economía y la ilegalidad, que no son naturales.
Lo que está ocurriendo con el volcán Cumbre Vieja lo lleva contradictoriamente dicho en su nombre. Un vulcanólogo canario decía certeramente: las Canarias estamos creadas por volcanes relativamente jóvenes y a ellos debemos nuestra existencia… y riesgo. Trivial pero claro. Se nos olvida que su ombligo sigue vivo, buscando nuevas respiraciones. Nos alcanzan con sus lavas en terrenos que, sabidos, nunca debimos ocupar.
Hay cambio climático, hay pandemias, etc., que supuestos por el conocimiento humano, suceden, y hay que aprender para prevenir sus daños. Todo nuestro entrañable cariño y solidaridad a los afectados: Palmeros, Leperos, etc. Cuando les demos nuevo hogar, que se piense que una ladera de volcán, una rambla o una cercana playa, aunque lleven muchos años mudas, no son los mejores sitios para sobrevivir. Salud y cuidaos.