José María Esteban
Un hogar digno para todos
«En ese delicioso deambular, sin ser clasista, no hay ni siquiera un albergue público o cobijo decente, para ofrecerles un hogar nocturno donde residir y evitar esta mala imagen»
Los paseos por Cádiz se hacen muy deliciosos. Podríamos decir que su variedad es parte intrínseca y particular del alma gaditana. La playa o el paseo marítimo en Beduinia ; los alucinantes amaneceres y atardeceres por la rotonda exterior de la almendra histórica; sus ... coquetos parques en la Alameda y Genovés; el acompasado de sus balaustres y farolas tan amables y rítmicos; su calles alineadas de altas velas en cierros y cerrajerías subrayados de enjutas, impostas y cornisas; los cruces con sus habitantes de todas partes del mundo, por sus características personales, tan distintas y a la vez tan de una sola tierra llena de historias. En fin, pasear por Cádiz no solo es cómodo y cada día más fácil, sino que es una terapia muy necesaria.
Los tiempos de cambio de las sociedades, ya lo hemos dicho muchas veces, son tiempos lentos, de calado misteriosamente asumido como la cultura y las formas de ser. Suaves pero a la vez intensos. Por eso, si damos la razón en que hay que cambiar las mentalidades de esta tierra, dirigidas a una mejor justicia social, óptimo reparto, mayor exigencia de esfuerzos comunes para disfrutar de una tierra que debemos enriquecer cada día, hay cosas que no podemos permitir.
Una de las cuestiones más perentorias es lograr un hogar digno para todo s. En el redondo mundo que vivimos de más de 7.000 millones de personas, el 25% no disponen de techo digno. Refiriéndonos a Cádiz, en el pasado mes de junio estaban baremadas 4.821 solicitudes de la inmensa cola del registro de demandantes de vivienda pública. Evito el porcentaje de peticiones por ser un número que suele variar mucho y que es muy alto. Es la gran asignatura pendiente de Cádiz desde la democracia y lo exige el Artículo nº 47 de la Constitución. Unida a esta gran necesidad, más de cien personas quieren vivir en la propia calle. En el parque entre matojos, en un acartonado porche de las tortugas, en zaguanes de bancos, o ahora en las bóvedas de Santa Elena, según les dé por situarse
No nos explicamos cómo en esos paseos, de los que hemos enumerado algunos dignos itinerarios, encontramos diversas opciones de vivir, que no son presentables, E n ese delicioso deambular, sin ser clasista, no hay ni siquiera un albergue público o cobijo decente, para ofrecerles un hogar nocturno donde residir y evitar esta mala imagen. Nuestros parques, pérgolas ardientes, porches o edificios como las Puertas de Tierra, se convierten en cuevas de telones de cartón y cortinajes de raro sabor popular.
Si, andar por Cádiz es muy delicioso, pero se nos produce un pellizco en la tripa, por no decir un reparo en la mirada al ver, no solo que no se den soluciones y se conviertan en indigencia ambulante, sino porque se da una imagen de ciudad, dejada, insolidaria y falta de sensibilidad frente al menesteroso. Se habla mucho del respeto a la libre decisión de aquellos que asumen y quieren ese apartado social, porque les gusta esa libertad, pero no se deben confundir sitios inhóspitos con hogares decentes . Un techo para dormir, o un sitio donde habitar, al menos los arquitectos nunca lo pensamos así, no es un chabolismo asumido y no puede ser nunca una zona verde, un monumento o un raro espécimen de arquitectura que quiere jugar a ser muro.
Por todo eso, si el Ayuntamiento quiere cambiar las prioridades de esta tierra, y promover mejoras sociales frente a otras inversiones, que está en su derecho y debe hacerlo, lo primero que debe solucionar es esta lacra y tratar a todos sus habitantes con decencia y eficacia. Esta ciudad es tan bella, que no debe afectarse negativamente de fraudulentas viviendas, con tabiques de trapo y tramoya de pobrerío.
Salud, y seguimos con mucho cuidado cubriéndonos narices y bocas . Tengamos más precaución que en el encierro, que los rebrotes ya son de nuevo moneda corriente y perder de nuevo la libertad duele.
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